Política justiciera

¿Justicia politizada? Como bien dicen los astutos gallegos, depende. Las víctimas son verdugos y los verdugos se victimizan. Ya quedaron atrás, gracias a Dios y a los esfuerzos de nuestras mayores, los tiempos en los que el padre de boca, y marido en papeles, llegaba solo y borracho vociferando. Para que nadie le riñera. Eh Begoña. En un símil de novela negra, que el detective no tiene la culpa de la (presunta) infidelidad descubierta. O encubierta, que es peor. Que si te han pillado, supuestamente ojo, con el carrito de los helados, no saques a la defensa numantina a repetir su sempiterna locución no más verdadera por infinitamente reiterativa: fango, ultra extrema, persecución y bla bla bla. Todos a la vez en todos los medios y con el mismo tono de victimismo y cara compungida, cual enfermo estíptico. Cuando por fin papa y mama se ponen de acuerdo para decidir los gestores de justicia suprema, esos que aplican las leyes políticas han decidido, en parte, que no toda la pizza es orégano. Aquellos ya mencionados repetitivos vuelven a querer blanquear el más vergonzoso despilfarro público. Que no por amnistiar para el olvido legal, el populacho va a hacerlo: que no es lo mismo erre que ere.