Política Arrimadas

22 feb 2020 / 10:20 H.
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Inés Arrimadas parecía cuando irrumpió en política la vecina valiente, lista, insumisa y guapa de la pensión en la que el charnego Juan Marés, divorciado de una directiva cursi y prepotente de la Generalitat, contaba cariñosamente a una chica ciega lo que se veía en la pantalla de la televisión en la colosal novela ‘El amante bilingüe’, publicada por Juan Marsé a principios de los 90 (años después la historia se llevaría al cine protagonizada por Imanol Arias). Inés Arrimadas, con su fiera dulzura, el verbo directo y descriptivo, y su arrojo en medio del temporal independentista, ganó en 2017 las elecciones catalanas. Poco antes, cuando se dio a conocer en política, visitó la redacción del diario “Marca” en Madrid y le hicieron un amplio reportaje ataviada con la camiseta roja de la Selección Española, que le quedaba muy bien. Inés Arrimadas tenía ángel, una capacidad inmensa de “pasar la batería” —como se decía antes de los grandes actores— y se convirtió no sólo en una parlamentaria hábil y activísima, sino en la opción política de muchos charnegos y no charnegos que discrepaban del discurso trabado de Quim Torra. El president la llamaba “la señora Arrimés”.

Pero algo se torció cuando Arrimadas decidió hace meses dejar el Parlament para ir a hacer política a Madrid. Perdió el don, como se lamentaba el personaje interpretado por Penélope Cruz en aquella película sobre cocina. En Madrid, Arrimadas ha transmitido permanentemente la imagen de una parlamentaria furiosa y vacía. Se convirtió en la copiloto que condujo al emergente partido de Ciudadanos hacia la nada. Aunque la decadencia política de Arrimadas se había iniciado lentamente y de manera casi invisible con anterioridad: cuando no realizó ningún movimiento estratégico para intentar presidir la Generalitat, aunque sólo fuera un movimiento simbólico, después de ganar los comicios catalanes. Torra le espetó en la sesión de despedida de Arrimadas del Parlament: “Esto es lo que usted deja aquí, señora Arrimés: La nada”. Ciudadanos pasó de 56 a 10 diputados en las elecciones generales del 10-N en una extraña y rapidísima conversión de partido necesario, incluso determinante para la formación de Gobierno, a la actual intrascendencia política. Arrimadas ha propuesto listas conjuntas con el PP en las próximas citas electorales. Y el periodista Antonio Papel lo ha dicho en una tertulia radiofónica: “Inés Arrimadas da la impresión de que busca un carguito en el PP”. Inés Arrimadas es indiscutiblemente de centro (se mantiene al margen de las propuestas de Vox, al contrario que Pablo Casado), pero el centro político constituye en España un lugar desierto al que hay que llenar con ideas e iniciativas, o bien progresistas, como en su día hizo Zapatero, o bien de derechas, al estilo de Rajoy. De lo contrario, el centro es un hueco político de agua gélida en medio de un paisaje polar que engulle a quien lo pisa. Le ocurrió a Adolfo Suárez con el CDS. Y, sobre todo, a Miquel Roca, con aquel Partido Reformista Democrático, lo que se conoció como “Operación Roca”, de desafortunado final. Inés Arrimadas realiza ahora difíciles equilibrios internos antes del Congreso de Ciudadanos previsto para marzo. Y ha clamado por las listas compartidas con el PP. Pablo Casado la observa como Hamlet a la calavera de Yorick: “¿Dónde están ahora tus burlas, que animaban nuestras cenas con alegre estrépito?”.

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