Poetisa del recuerdo

    10 abr 2020 / 16:16 H.
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    Ha muerto, a causa de un ictus, la insigne escritora Antonia López Navas. Madre ejemplar de cinco hijos, fue luminosa docente más de cuarenta años. Esta mujer respiraba simpatía y vida; elegancia y sonrisa: la mirada limpia y la palabra, que nace del corazón. En la métrica de los instantes, cincelaba el pensamiento con la inspiración de las preclaras escritoras. Versificaba los sintagmas encuadernando las rimas de la existencia con la sintaxis que encienden los sueños, cuando los versos son sentimiento y los poemas, la verdad del alma. Murió Antonia, pero permanece como las Coplas de Manrique en la semántica de unas lágrimas, que, íntimas, se proyectan tal una partitura, que no sabemos si es de Beethoven o Mozart, o un lienzo, que no distinguimos si es de Murillo o Zurbarán. Su poesía era pintura y música en la orilla del recuerdo, que teje la tarde entre Jane Austen y Gabriela Mistral. Castillo de Locubín: lámina y postal. Su pueblo, el nuestro: el cual la vio nacer entre cerezos y olivos; huertas y río. El agua corre cristalina como su lírica. Inefable. Mirífica: como aquella fuente del Cantón. Su memoria es luz y alba. Infinitud y literatura. Sol y égloga. Jarcha y soneto.

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