Poco sentido común

    30 sep 2020 / 14:26 H.
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    Haciendo cola en una entidad bancaria, con el fin de llevar a cabo algunas gestiones de manera presencial, observo que algunas personas no llevan su mascarilla, reglamentariamente exigida, y se relajan en cuanto a la distancia de seguridad. Vivimos tiempos en que uno, a pesar de pretender ser garante de algo que nos atañe a todo el mundo, respecto a la salud pública, no está bien visto que invite a acatar la ley, ¡con lo que se nos ha venido encima! Siendo carne de cañón por parte de un sector minoritario de la población que lejos de aceptar las reglas, piensa erróneamente que pueden decidir a título personal lo que tienen o no que hacer, y así nos va. Más allá de una opinión personal, creo que cuando se trata de sentido común, y algo que afecte a la totalidad de la población, sí o sí, habrá que respetar lo que se decida en un régimen democrático, y eso de que las leyes están para saltarlas o incumplirlas, se trata del autoengaño más destructivo que un ser, pretendidamente social, pueda argumentar. “No está el horno para bollos”, por lo que se debe advertir a quien pretenda incumplir lo legal, poniendo en peligro al resto de la población, que su conducta, lejos de ser acertada, debe ser repudiada y denunciada. Claro está que esto no suele ser bien aceptado por parte de quien, en un acto de torticera “rebeldía” recibe la susodicha observación, mostrándose en actitud defensiva y argumentando pobremente que él es libre de hacer lo que quiera. No, hemos perdido el sentido común, lo sé, pero a pesar de ello, las personas de bien debemos seguir remando hacia la dirección correcta. ¿Quién dijo que tras el confinamiento íbamos a ser mejores? Tropezamos mil veces en la misma piedra, pensamos que esto del “virus coronado” atañe a otros, y lejos estamos de padecer en carne propia la pandemia, pero cuando mueren dos amigos íntimos, y algún familiar lo ha pasado mal, es cuando uno se da cuenta de que no es cosa pequeña, a pesar del tamaño del microorganismo. ¿Somos conscientes de nuestro egoísmo? Dejemos de ser tan pobres de espíritu y pensemos que, además de nosotros, existen más personas que, quizá, veamos por última vez.

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