Pisos turísticos
Tras un par de meses de temporada media en el sector turístico —en España ya no tenemos temporada baja—, otra vez durante el puente de la Constitución y de la Inmaculada ha vuelto a reactivarse la actividad y de nuevo vemos a aborígenes, residentes y foráneos arrastrando sus maletas por el centro de los diferentes destinos nacionales, en busca del hotel, la estación ferroviaria o el piso turístico reservado. Escenas que se repetirán a partir del día 20 de diciembre durante toda la Navidad, fin de año y festividad de los Reyes Magos.
El turismo está de moda como manifestación cultural, de ocio y de descanso vacacional. En este escenario, generalizado a nivel mundial —claro está, en los países más desarrollados—, España ocupa un destacado lugar de liderazgo, puesto que estamos en cabeza del ránking de destinos turísticos, junto a Francia y USA, tanto en el número de viajeros como en los ingresos generados. Efectivamente, el turismo aportó en 2023 —último año cerrado— 187.000 millones de euros al PIB (12,8 por 100 del total), coincidiendo todas las previsiones en que durante 2024 se superarán estas cifras, puesto que se esperan más de 90 millones de visitantes extranjeros, además de un sustancial incremento de los viajeros y de las pernoctaciones de los turistas nacionales, ello tanto en establecimientos hoteleros como en los no hoteleros, tales como las casas rurales, campings y apartamentos turísticos. Hasta aquí los aspectos positivos, ya que el sector aporta actividad y empleo, genera riqueza y es un motivo de autoestima nacional.
En el lado negativo de la balanza hay que situar el deterioro convivencial de los residentes en los centros históricos de los principales destinos (Madrid, Barcelona, Málaga, Valencia, Sevilla, etcétera). En efecto, la proliferación de los pisos turísticos provoca el incremento del precio de la vivienda, tanto para la adquisición como para el alquiler, lo que dificulta el acceso a la misma por parte de los residentes habituales en estos barrios céntricos y termina expulsándolos y alterando la demografía de los mismos. Asimismo, el desplazamiento de los vecinos que tradicionalmente los han habitado, provoca la pérdida de la identidad y de la cohesión social de las comunidades autóctonas, al convertir el centro histórico en un parque temático (franquicias de restauración, tiendas de souvenir y poco más). No cabe duda de que la continuada rotación de los turistas genera molestias y ruidos, además de reiterados comportamientos incívicos hasta altas horas de la madrugada, lo que afecta muy negativamente a la convivencia y el bienestar de los residentes. También se ven afectados estos lugares, en que surgen pisos turísticos como “setas en otoño”, por la presión sobre los servicios públicos de transporte, la limpieza y la seguridad.
Ante esta situación, la población termina poniendo de manifiesto su malestar por la escasa planificación existente y por la evidente saturación de turistas con la infinidad de molestias que provoca al resto de la población residente (turistificación). Y, claro está, surge la turismofobia, que no es otra cosa que el temor, aversión o rechazo social que sienten los ciudadanos locales de un destino determinado hacia los visitantes. Así, durante los últimos meses hemos sido testigos de las manifestaciones callejeras de los vecinos de diferentes ciudades españolas en contra de esta masificación turística y de la proliferación de apartamentos con tal destino.
En la actualidad permanece el caos por la ausencia de una adecuada planificación a medio plazo en el sector. Hoy se pretende limitar las licencias, mañana poner una tasa y al otro se amenaza con inspecciones y sanciones. Desde mi punto de vista, hay que planificar y solucionar el desordenado crecimiento de los pisos turísticos y la masificación de los destinos, mejor en todo el territorio nacional o, al menos, en el ámbito autonómico, ya que a nivel municipal se constata la ineficacia para abordar y solucionar el problema. No matemos la “gallina de los huevos de oro” del turismo, pero respetemos los derechos de los vecinos de nuestras ciudades.