Pisando el ruedo

31 ene 2025 / 09:07 H.
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Mientras escuchaba con atención el sólido y reivindicativo discurso que el rector de la Universidad ofreció el lunes pasado en el desayuno “Jaén Nuevo Milenio”, organizado por Diario JAÉN, me vinieron a la memoria algunos nombres. Primero, cuando hablaba de la conveniencia de que una institución que se dedica al conocimiento se decida por “pisar el ruedo” que se quiere conocer. Pisar el territorio en el sentido literal, físico y humano del término, para hablar con la gente que produce, que inventa, que trabaja o que cuida de sus ovejas allá en Pontones donde suele pasar temporadas el rector. Y después, cuando se manifestaba convencido y convincente sobre su independencia. Que los gestores universitarios sean asépticos y no se dejen llevar por pleitesías políticas o de partido, es básico para el cumplimiento ecuánime y justo de sus obligaciones.

Eduardo Araque y Emilio de la Cruz —cada uno en su ámbito académico y a su propia manera— fueron dos prestigiosos profesores universitarios que defendieron ese acercamiento de las universidades al territorio, con especial atención a las comarcas de montaña en general y a la Sierra de Segura en particular. Las políticas que ponen por encima de la rentabilidad social la rentabilidad electoral —algún día se hablará con sinceridad del eterno PER— terminan, antes o después, en inactividad y despoblación. Llegando, en algunos sectores, a producirse el enfrentando del hombre con su propio medio. Releer “La destrucción de los Montes” del profesor De la Cruz o los estudios geográficos del profesor Araque, puede ser de gran utilidad. Por ejemplo —les hubiese gustado porque es una asignatura pendiente— para elaborar un plan de comarcalización efectiva y real de la provincia.

La claridad del discurso del rector y la existencia de un Vicerrectorado específico para el Desarrollo Territorial, reflejan las ganas de buscar y aprovechar las fortalezas de cada territorio, y de hacerlo de manera lógica, integral y coordinada, exigiendo, buscando y aprovechando inversiones al hilo de las nuevas herramientas ligadas a la llamada inteligencia artificial. Eso sí, respecto al binomio “humanismo digital” a la gente “de letras” les hubiese gustado que se profundizase un poco más.

El último que me vino a la mente en el desayuno fue mi padre, a la sazón ganadero, que no fue a la universidad, aunque como el rector se duchaba siempre con agua fría. Me acordé de los cabreos que agarraba cuando desde la corte provincial, “los ingenieros” establecían desde las mesas de sus despachos el número de cabezas de ganado que podían pastar en cada monte o dehesa, sin tener en cuenta otros factores. Entre otros, el hecho de que la hierba no crece lo mismo en unas dehesas que en otras, porque las hay que están más en umbría y las hay que están más en solana. La distancia entre la capital y la sierra era mucho entonces y no solo en kilómetros. Sino institucional. Hablar con un ingeniero de montes en aquellos tiempos era casi hablar con Dios. O más difícil, porque con Dios podemos hablar cuando queramos. Lo cierto es que la sociedad jiennense ofreció su total apoyo a la Universidad, convencidos todos de que para entender mejor los cambios que llegan a nuestra vida, conviene ir prestando más atención a lo que se piensa en los templos del saber que a lo que se conspira en los palacios del poder.



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