Pinturas de Sebastián Gallego

    11 ago 2021 / 16:16 H.
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    Periclitadas las vanguardias, que diría Ortega, algunos pregonaron “la muerte del arte” y otros descubrieron que “la historia ha muerto”, haciendo particulares interpretaciones de teorías de Hegel y Nietzsche. Pero quienes divulgaban estas especulaciones pasaron por alto que Hegel había definido al hombre como ser histórico y que Nietzsche había renunciado a la metafísica para apostar por la estética y el artista. Ciertamente, sin historia no hay humanidad y sin arte no hay vida. Aquellas vanguardias que sustituyeron la belleza y la armonía del clasicismo por lo efímero y transitorio de la modernidad, no clausuraron la creación. Sigue habiendo creación artística y todavía hoy es pertinente la pregunta “¿qué se puede pintar?”, así como la respuesta que ofrecía Frida Kahlo: “yo pinto mi propia realidad. También en Jaén hay quienes pintan su propia realidad. Uno de ellos es Sebastián Gallego, un buen pintor, que mantiene un ritmo de producción y calidad de pintura, sin someterse a mecenazgos de los que imponen la moda del gusto, sin contar con apoyos gremiales para el reconocimiento social. Sebastián no vive de la pintura, pero ama la pintura; no se afana en buscar y exhibir la inspiración porque prefiere inspirar a los demás; construye formas e imágenes, volúmenes y colores con las manos, el cerebro y la sensibilidad; tiene sueños que convierte en arte; prefiere la simplicidad a la elucubración. En la temática de sus últimas creaciones incorpora mujeres en vuelos que evidencian dinamismo, desafío imaginativo, misterio; jarrones estilizados en los que la elegancia se define por el encuentro entre realidad e irrealidad, marcando líneas que se imponen sobre los colores; evocaciones florales en que se combinan tonalidades cromáticas suaves con otras en las que predominan arabescos de azules y verdes oscuros; los niños y sus mascotas, en lexicografías más figurativas, también aportan un plus de melancólica ternura. Una y otra vez, recrea perspectivas de la catedral con matices atmosféricos, lumínicos o celajes cambiantes que, a su vez, responden a estados emocionales propios. En momentos difíciles, como estos de pandemia, gana actualidad la reflexión del renacentista Giorgio Vasari de que “mientras viva el arte, nunca tendremos que aceptar que el hombre está muerto”. Necesitamos pinturas como las de Sebastián, y las de otros artistas de nuestro entorno, para no caer en el abatimiento.

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