Picos Pardos

    07 may 2022 / 18:01 H.
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    Hasta hace un par de siglos, las enaguas terminadas en pico, señalaban la dedicación a una de las más antiguas profesiones conocidas, por parte de quien las usaba. La ausencia de acerados y asfaltados convertía las tierras desparramadas en nubes de polvos exagerados haciendo pico pardo lo que antes fuera blanco pico. Y todo con el más mínimo movimiento, o roce, de la suave prenda contra la dura vida de quien la vive por los suelos. Se decía entonces que los polvos que movía el aire eran polvos de viento. De un solo día. Sin compromiso alguno que pudiera acarrear toda una vida. Sin embargo, todos los polvos manchan. Los de las buenas obras del corazón, y los de las malas obras del hormigón. Unos y otros terminan manchando de pardo los picos blancos de la honestidad. Y el amor, que luce tanto como desluce, que ennegrece tanto como ennoblece, se convierte entonces en moneda de vellón. De piel gastada en cientos de tabernas cambiando el amor por debajo de los precios del vino. Moneda sin valor real que solo era tenida en cuenta en función de las arrugas y manchas que llevaba encima y de los polvos que atesoraba. Y de eso se trataba entonces, y se sigue tratando miles de años después. Irse de picos pardos depende más del precio de los vinos que del color de los picos blancos de antaño. Una putada.

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