Perdemos visión
Gandhi afirmaba que “ojo por ojo y el mundo quedará ciego” y quizás este aforismo nos permita entender dónde estamos a día de hoy. No se entiende que se genere un discurso contrario a que se gobierne en coalición cuando es la política habitual en las entidades locales y autonómicas, incluso para lograr mayorías entre opciones políticas que no han obtenido la mayoría de los votos. No se entiende que haya quien no vea que hay una diversidad sociológica y política que se muestra en los resultados del congreso. Es la tendencia elección tras elección de la diversidad existente, igual que en los procesos autonómicos y locales. No se entiende la afirmación “Atropello del estado de derecho” cuando el órgano de gobierno de los jueces no renueva sus miembros por interés político de los responsables de su renovación. Se les permite ejercer funciones, valorar leyes inexistentes; igual con legalidad pero sin legitimidad ética. No se entiende cómo un responsable político considera que el Tribunal Constitucional actúa con intereses de parte que sí ha sido renovada de acuerdo a la ley. No es democrático reivindicar propuestas desde un discurso que provoca inquietud y miedo social desde la idea de que la democracia está en crisis solo porque no favorece su visión e intereses de poder. Si eres demócrata, todo no vale. Escuchar que se encargarán de “devolver golpe por golpe” para defender “convivencia”, parecen palabras inspiradas en el ojo por ojo y diente por diente. ¿La ley del Talión está la Constitución? Solo fomenta cultura de odio para quien no tiene mi visión. Emocionalmente gran parte de la ciudadanía está instalada en el rechazo por la insatisfacción que produjo el discurso del independentismo, despreciando a todos los que no pensasen como ellos, incluidos catalanes. Se nos presentó como agresores de su identidad. Atrincherarse es desear agudizar y prolongar un conflicto cuando existe una posibilidad de diálogo por pequeña que sea. Nuestra identidad se expresa desde la cultura en la que nacemos y vivimos, nos sentimos españoles porque somos andaluces, canarios, murcianos o catalanes y si no lo reconocen los nacionalismos de Madrid y Barcelona, es que no se enteran cómo es sociológicamente la España del siglo XXI. La política y sus agentes han de ser un instrumento para reconocer a la ciudadanía y cómo esta siente. No caben intentos de manipular las emociones para encubrir intereses particulares. Mientras miramos el conflicto, dejamos de ver cómo en las autonomías se pierden derechos sociales, derechos humanos de segunda generación que disfrutábamos como ciudadanía protegida por el Estado del Bienestar. En la diversidad, la convivencia se logra por el diálogo, concertación y pactos —forman parte de la identidad Democrática en España— dejando de lado las ideas maximalistas. La amnistía no es nueva en España como instrumento para fomentar la convivencia. No podemos rechazarla, antes habrá que ver sus posibilidades para avanzar. El proyecto de ley se acaba de publicar, es momento de realizar valoraciones, propuestas para aprobarlo, modificarlo o rechazarlo como establece la ley. Llegado el caso, será el Tribunal Constitucional el que dirá si es constitucional o no. ¿Cuál es la razón de oponerse a su estudio? A no ser que sea otro el interés. Y en esa estamos: “Cuando el sabio señala la luna, el necio mira el dedo”, Confucio.