Peor médico de la historia
Médico. Así se definió él mismo. Llamaba a sus víctimas “pacientes”, aunque todos, irremediablemente, morían. Ejerció de
verdugo a las órdenes de
los Estados Pontificios desde 1796 hasta 1864. Durante
este periodo ejecutó a un
total de 516 personas, empleando para ello una gran
variedad de tratamientos: horca, guillotina (esta por recomendación de los “influencers franceses), y por supuesto: el hacha, con la que disfrutaba especialmente. Solo
atravesaba el puente de Sant’ Angelo cuando tenía algún
encargo y se desplazaba
desde su casa en el Trestevere a la orilla del Tíber hasta
las piazzas del Popolo o
Velabro. Charles Dickens escribió sobre él en su “Estampas de Italia”, donde decía:
“El verdugo, que no se atrevía a cruzar el puente de Sant’ Angelo más que para cumplir
su cometido, se retiró a su guarida, y el espectáculo acabó”. Se le conoció con el apodo de “Maestro Titta” aunque su verdadero nombre
era Giovanni Battista Bugatti. Sus ropas y demás instrumentos deletéreos pueden
contemplarse, a día de hoy,
en el Museo de Criminología de Roma.