Penitencias electorales
El pasado domingo, cuando ya se confirmaban los éxitos electorales, o se digerían con ardor los fracasos políticos, yo recordé una anécdota de la historia flamenca en las primeras décadas del pasado siglo, entre admiradores de D. Antonio Chacón y los de Manuel Torre. Los segundos se desplazaron al lugar en que cantaba el primero, y absolutamente maravillados con el arte de éste, sólo uno de ellos habló y dijo: sí, será el mejor pero tiene los pies muy grandes. La pasada jornada electoral pudo provocar el siguiente análisis: Si, ha ganado con toda amplitud pero tiene gafas. Aparte de fútiles excusas y juego de trileros del que ciertos políticos tanto gustan utilizar, lo cierto es que el bloque de la derecha ha conseguido una victoria incuestionable sobre un bloque de izquierdas dividido y un tanto cainita. Urge el realizar, a uno y otro lado del espectro político, una reflexión que nos ilustre sobre si todo nos irá mejor, o nos irá peor, o, señorías, que me quede como estoy. Y ello aunque sepamos que el pronóstico rezumará relatividad y se nos ofrecerá pleno de condicionantes. Y además, de virtualidad neutra. Se piense lo que se piense, se hará lo que quiera y como quiera el ganador. Pero siempre resultará beneficiosa la reflexión sobre los códigos políticos de conducta que sí evolucionan o en su caso involucionan según el sentido de la contienda electoral que sea. Los códigos políticos de conducta suelen correlacionar con los de naturaleza moral, y por lo general, sólo son objeto del derecho cuando la conducta moral los ha implantado en la sociedad. Quienes nacimos en los primeros años de la dictadura podemos relacionar la brutalidad de los Códigos de conducta de entonces con el respeto y toleración de los de ahora: “Ese perro está viejo y hay que ahorcarlo”, “no quiero maricón en mi calle”. Ocurre que, en el marco de unas elecciones, la crueldad, la intolerancia, la falsedad de los contendientes, se enmascara, se formulan atribuciones de gestión a la contraparte que constituyen infracciones penales. Muchos se preguntan: ¿Qué sentido tiene adelantar las elecciones generales seis meses antes de lo previsto? Pero a las reprobaciones que ha merecido esta decisión del Ejecutivo, personalmente pienso que es una medida audaz, coherente con la debacle electoral sufrida, que se ha traducido en una coz a Sánchez en las nalgas de cientos de concejales y representantes de comunidades autonómicas, acreedores de una gestión política absolutamente digna, pese a que el Pisuerga pase por Valladolid, es decir, a pesar de pactos o coincidencias con partidos de Cataluña, acercamiento de presos, intervenciones de Bildu, modificación del Código Penal, etcétera.
Hay que reconocer que podrían existir otro motivos del ejecutivo para el referido adelantamiento electoral, como el de aprovisionarse de munición bastante para las descalificaciones que se propiciarán, cuando se produzcan los pactos, genéricamente previstos, entre el PP y Vox. También el realizar una última y definitiva reclamación a la izquierda del PSOE para que, alejándose del reino Taifas en que se ha convertido, entiendan que la peor servidumbre a la que deben renunciar, es su egolatría. Por otro lado, a mi juicio, resulta relevante constatar si la pugna entre los bloques acabará con la guerra cultural consistente en referir la mayoría de su proclamas a cuestiones que se vinculan al fenómeno terrorista, a la unidad de España y a tantos y tantos asuntos que nada tienen que ver con la gestión del concejal o Alcalde que no sabe cómo podrá suministrar agua a su pueblo este verano.
Las pasadas elecciones, han sido las más tersas que yo haya conocido, y he conocido todas, desde el advenimiento de la democracia; han coincidido con el fallecimiento de Antonio Gala, poeta, novelista, escritor de teatro y ensayo... “En este inconmensurable artista siempre subyacía la realidad del amor, conseguido o rechazado. A lo mejor a unos y a otros deberá imponerse la dulce penitencia de leer “La pasión turca”, “El Manuscrito Carmesi” y en general toda la obra del escritor Cordobés desaparecido. Que descanse en paz.