Penalti y expulsión
Me acuerdo que una vez llegué a casa con el pecho lleno de pringue, manchas de vino y los ojos tó coloraos. Y dije: “qué comilona ni comilona”. El que será presidente sí o sí, por encima del bien y pactando con el mal, sea vendiendo a su madre o alquilando a ¿su? (lo) país, ha encargado a sus acólitos palmeros que transmitan la información de “qué amnistía ni amnistía”. Ellos repiten lo que su amo vocifera en off cuales borregos tras pastor, sin importarles el matadero de destino. Me genera tanta aberración como irónica simpatía la verborrea tácita del ínclito cuando la hemeroteca deja al embustero como que lo es. Gobierna asustando con el lobo de Vox y hace oposición a la que lo es. La portavoz, en vez de dar explicaciones por sus (des) acciones, critica al prójimo por las suyas, y detrás los agradecidos ensillonados repiten cuáles focas amaestradas. Y, si te mueves de la foto, te hacen un Nicolás Redondo. Los fachas de la derecha añorando libertad y con nostalgia a los iconos socialistas de antaño... Que además nos avala la economía, qué subida de precios, ni tipos de interés, ni paro juvenil de fijos intermitentes. Deseando ver a Évole blanquear al asesino Ternera en su entrevista barra BOE. La hará en vasco, y que nos subvencionen un traductor por hogar. Progresismo=si pestañeas, penalti y expulsión.