Pecadillos de antaño
Cuarenta años dieron para mucho y otros cuarenta para más. Y era costumbre el chanchulleo, el nepotismo, el enchufe y la influencia. Si conocías a uno del régimen que conocía a un militar de cierta graduación y mejor un obispo o religioso de prestigio la cosa podía darse casi por segura, que se engrasaban bien los ejes de la carreta. Y lo que fue admitido en cuarenta años se prolongó, ya bien asentado, después de la dictadura. La diferencia estriba en que hoy día se practica menos por ideología y más por lucro e interés personal. Lo que se considera como algo que siempre se practicó y sin mayor trascendencia implica negocio, desviación de caudales públicos, riqueza personal, llega a los más altos niveles (incluso al fútbol o el generalato) pudriéndolo todo; a veces hasta con zafiedad manifiesta cuando se saben sus conversaciones. Atención, cuando un Estado llega a este estado de podredumbre podremos tener la certeza de que ya está en el inicio de su ruina, se convierte en fallido (como tantos) y a la postre se disuelve. No se puede ser débil en este tema ni falsear su peligro.