Pasillos de comedia

    24 jul 2025 / 08:59 H.
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    En situaciones de cierta tensión, en las que no se llegaba a las manos y sólo a la jocosidad, reproches y creciente subida del volumen de la voz, la gente más entrada en años solía decir “¡No pasa nada... Pasillo de comedia!” Así se lo escuchaba a mi abuela y a otros antiguos. Algunas veces quise buscarle el sentido a aquella frase, y casi siempre coincidía con situaciones ridículas, zumbonas, teatrales, pero vacías de argumentación. Hace ya bastantes años estábamos tomando una cerveza en un bar muy conocido y cerca de nosotros se inició una discusión, que iba aumentando de volumen y temperatura, conforme se acaloraban los confrontantes. Uno era pequeñajo y el otro le sobrepasaba en casi un metro. Parecían David y Goliat. Afortunadamente no llegaron a las manos. Todo quedó en empujones y puyas verbales. Cuando salimos del local seguía la gresca. Un viejo amigo nos preguntó. Informado, solamente pronunció nuestra frase: “Bah... Pasillo de comedia”. Conocía a los enfrentados y sabía que no pasaría nada. Es fácil confundir “pasillo” con “paseíllo”. El segundo está ligado a la tauromaquia. Es el desfile de toreros y cuadrillas antes de una corrida, aunque, a veces, se aplique a otros pases variopintos. Esta segunda posibilidad supondría aceptar que el desfile torero es una ironía, aplicable a la escena teatral. Ignoro si mi abuela o el viejo amigo decían “paseíllo” o “pasillo”... No es mi intención plantear un dilema. Creo que el “pasillo” es un diminutivo, algo despectivo, de “paso”, y un término relacionado con el arte de Talía y Melpómene. Los pasos eran piezas teatrales cortas, frescas, livianas, farsas, que se representaban en los entreactos de las grandes piezas teatrales. Solían ser argumentos fáciles, juguetones, cortos y provocadores de hilaridad. En el simple reparto —solían ser dos personajes, uno perspicaz y otro imbécil—, se hallaba la finalidad de la propia pieza: entretener y hacer reír mientras se cambiaban los decorados. Maestros de este arte popular, con tintes clásicos, fueron Cervantes, Lope de Vega, Lope de Rueda... Inolvidables algunos de sus personajes... Estas obritas forman parte del repertorio de los teatros de aficionados. Cada vez se escucha menos lo de “pasillo”, pero no olvidemos que la riqueza de las lenguas no está en la conservación de términos desusados, sino en la evolución y aportaciones que se suceden con los siglos. No obstante, siempre nos agradará conocer voces y expresiones que formaron parte de lo cotidiano.

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