Pase cambiado, ¡Por España!

22 ago 2019 / 11:19 H.

Cuando hablamos de torear “al natural”, básicamente nos estamos refiriendo a un tipo de pase o de suerte que se realiza con la mano izquierda. Cosa que era lo más normal cuando la lidia se limitaba a preparar al toro con la muleta para cuanto antes “montar” la espada que se llevaba en la mano derecha. La polémica de si el toreo de muleta con la derecha es o no es toreo “al natural” sigue vigente. Pero todo queda claro cuando nos vamos a los textos de las clásicas tauromaquias que nos dicen lo que es un pase natural o “regular”: aquel en el que se da la salida al toro por el mismo lado de la mano con la que se le cita. O sea, que si lo llamas con la muleta en la izquierda te lo sacas por el lado izquierdo y si lo haces con la muleta en la derecha te lo sacas por el lado derecho. Por tanto los derechazos también son naturales. Ayudados, eso sí, porque se ensancha la franela con el estoque, pero naturales. En caso contrario, si la salida al toro se le da por el lado opuesto a la mano con que se le cita, ya no estamos hablando de naturales sino de contrarios o “cambiados”. El ejemplo más claro de todos es el pase de pecho. Se me viene a la cabeza esta reflexión taurina ante el ostentoso y soberbio cite del figura de turno, Pedro Sánchez. Ya de salida, el presidente en funciones y candidato a serlo investido, se echó la mano a la izquierda citando al natural pero sin terminar de acoplarse con la embestida podemita de Pablo Iglesias. Y acto seguido —tras un provocativo y ostentoso brindis “por España” lanzado a los tendidos de la derecha— pretendió que entrasen al trapo “peperos” y ciudadanos, que no acudieron a los engaños por sus razonables dudas de que la cosa fuese en serio o de que, metidos en faena y a mitad de arrancada, el pase natural ofrecido con la mano derecha no se convirtiese de pronto en un cambiado por la izquierda. Y a punto ya de sonar el último aviso, vuelve a intentarlo con la zurda, echándole los vuelos de la muleta a un resabiado y ya menos arrogante Pablo Iglesias, al que no le quedan muchas opciones de ganar terreno en su embestida, sabiendo además que algunos de los suyos lo quieren ver cuanto antes en el desolladero. Y aquí los españolitos de sol y sombra, desde las barreras, los tendidos, las gradas y las andanadas, cansados ya de tanto cite en falso, aguantan estoicos el final de la corrida, o el anuncio de su repetición. Lo cierto es que, después de haber visto tantos toros, los españoles en general, admitimos toda clase de toreo por la izquierda o por la derecha, por naturales o por contrarios, y si se quiere hasta por faroles, que alegran mucho la lidia. Pero lo que no vale es saltarse las reglas que nos hemos dado por mucho que haya una parte del electorado que lo aplauda o lo consienta. No parece serio citar invocando el nombre de España a la vez que se deja abierta la posibilidad de pactar, o directamente se negocia con aquellos que quieren destruirla. España puede ser todo lo diversa y descentralizada que queramos, pero lo que se dice ser, solo puede ser una. Torear es engañar pero sin mentir, y en estos tiempos de confusión, cuando la propia historia, de manera interesada y selectiva, se revisa y se impone desde el poder, convendría que todo el mundo dejase claro ese puñado de valores que unos y otros compartimos y que nos comprometemos a respetar.