Para el buen político...

    29 abr 2023 / 09:45 H.
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    Se acerca el momento. A partir de hoy, en un mes de nada, las urnas jugarán con nosotros, y nosotros con ellas, al mejor juego que nunca se haya inventado: Votar. Además, como todos los buenos juegos, tiene dos partes, una con “v” y la otra con “b”. La primera es la que nos hace levantarnos nerviosos, elegir una papeleta y hacer constar nuestras opiniones, nuestros deseos y esa confianza que depositamos en determinadas personas u opciones. (Lo de votar opciones ideológicas a veces provoca que los elegidos no representen realmente lo que queremos, pero así son las reglas del juego.) Eso es votar, con “v”.

    La segunda parte del juego empieza por “b”. Y es botar. No se trata de jugar al baloncesto con la papeleta para encestarla en la estrecha ranura de la urna sino, usando otra de las acepciones de la RAE (“Tirar, echar fuera a alguien o algo. Despedir a alguien del empleo”), disponer que aquel o aquellos que han demostrado su ineficacia, su probada incapacidad, su perenne inacción, su nulidad como representantes públicos o esa contumaz tendencia a la corrupción, sean arrojados al tenebroso mar de los olvidos.

    Y entre tanto me llega la noticia de que, en un centro educativo navarro, como conclusión de un taller de “Política y Sociedad” los chavales han elaborado un código ético que debería guiar la actuación de los aspirantes a políticos y a los que ya lo son. Curiosamente lo han repartido a las distintas formaciones políticas y todos lo han aplaudido. Todos menos uno. Geroa Bai ha decidido declinar su apoyo a la propuesta. El representante de esta coalición, además de no firmar el manifiesto ha emplazado a los escolares a un debate sobre el concepto de “verdad”. Curioso. Si la verdad depende de la ideología o del momento vivido, algo debe estar mal encajado en el engranaje social. Y si la verdad depende del político en funciones, el aquelarre está servido. Que cada cual saque sus conclusiones.

    Lógicamente no puedo resistirme a reproducir los diez puntos de este decálogo que debería estar inscrito con letras grandes, incluso doradas, a las puertas de Congreso, Senado y cámaras autonómicas.

    Para los políticos en activo: 1. Me comprometo a decir siempre la verdad y no prometer lo que no puedo cumplir. 2. Me comprometo a combatir la polarización creciente de la sociedad. 3. Buscaré puntos de encuentro y consenso con los demás partidos políticos. 4. Renuncio a la corrupción en todas sus formas. Y 5. Renuncio al insulto, la descalificación y el ataque personal a los otros.

    Y para los ciudadanos en general: 1. Me comprometo a ejercer mi derecho al voto con la seriedad que merece. 2. Me comprometo a informarme con más rigor y pluralidad. 3. Renuncio a la crítica destructiva a políticos e instituciones. 4. Renuncio a cualquier forma de violencia como modo de protesta. Y 5. Renuncio a la corrupción en todas sus formas.

    Estos jóvenes reconocen que, frente a la abrupta realidad que se puede observar en cualquier sesión parlamentaria, su propuesta es ingenua pero, a la vez, práctica. Y añaden que las “perversas” situaciones que se encuentran en dichas sesiones son, en realidad, no solo culpa de los políticos sino también de la propia ciudadanía por cuanto, en ocasiones, las personas tienden a pensar que son irrelevantes, que no pueden influir en ciertas realidades y en consecuencia, según estos estudiantes, “todo va a peor”. Hay que huir del “ruido”, ese runrún que apaga, manipula, desinforma y provoca una terrible desafección por la marcha de la política.

    ¿Alguien podría negarse a firmar este manifiesto? Pues haberlos, haylos. En fin, esperemos que el próximo encuentro con las urnas nos sea propicio. Claro que ¿alguna vez no es propicio ir a votar? Votar es esa expresión casi sublime de lo que significa gobernar y
    ser gobernado. Es el punto de inflexión que nos permite a los unos elegir y opinar y a
    los otros pulir y ajustar lo que mejor ha de convenir a la ciudadanía. Las urnas nos esperan. No las defraudemos. Ni a ellas ni a nosotros mismos.

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