Pálida rosa angustiada

    14 mar 2024 / 09:04 H.
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    En su carita de rosa está la angustia latiendo, en sus ojos las estrellas lloran con ella sufriendo y brota de su amargura una fuente de luceros. En sus labios de amapola hay un suspiro naciendo y un poema se ha deshecho al verla de amor muriendo. Sobre su faz una rosa, en sus manos un lamento, en su mirada compases, notas de aciagos silencios...

    En Jaén la tarde tiende en los tejados, un manto de tonos bellos: rosados, malvas, azules y naranjas terciopelos, sobre el castillo se pinta un atardecer de anhelos. Tarde de Miércoles Santo de amargor y abatimiento. La Virgen de las Angustias sale buscando consuelo por las calles y las plazas. Dos angelitos suspiran y lloran con desconsuelo, al ver sobre tus rodillas el cuerpo de tu Hijo muerto, van sentados a tu lado, al compás tuyo sufriendo, como se ha muerto el Señor, sola no quieren dejarte y han descendido del cielo para poder consolarte, pero al verte no han podido las lágrimas aguantarse y lloran con amargura mientras se aleja la tarde. Sobre su paso argentado un exorno de rosas blancas miman su angustia exhalando su aroma para que en sus ojos de ónix cesen las lágrimas, que resbalan delicadamente como un compás de sensibles melodías.

    Ay, qué belleza morena, ay qué dulce su semblante “Déjame llorar contigo, amapola de la tarde, azucena florecida, clavel de dulzor de madre. Déjame sentir tu aroma y entre versos consolarte”. La Virgen de las Angustias pasa también en Torredonjimeno y en su largo manto de viernes santo van los amargos suspiros de su desconsuelo.

    Un palio rojo guarda su belleza y el aire matinal se impregna de su dulzura. De su corazón se escapan gemidos de jazmín nuevo, hay un dolor que le atrapa el alma con sufrimiento, y hasta se visten las calles de su aflicción... En las rodillas descansa el Amor entregado, muerto y abatido, mas no acabado. Duerme, descansando en el regazo donde vive la ternura, esperando la aurora de la Vida. La música viene a consolar su pesar, los instrumentos entonan para ella notas de suaves melodías. Las flores le rinden su fragancia y el incienso besa su tez morena de azucena inmaculada.

    Ay, qué guapa estás, Señora, pálida rosa angustiada.

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