Palabras que pesan
Hay cosas que no sabemos que sabemos. Aunque no recordemos cuándo juntamos las primeras letras, es un hecho tangible que podría haberse recogido en un archivador de gomas moradas. Sin embargo, ¿cuándo nos convertimos en amigos o comprendimos el valor de nuestros padres? Cuando leo que Dostoyevski escribió que el lujo se convierte en necesidad, me siento interpelado y acabo hablando de la culpa haciendo mías las palabras de Hemingway. ¿Somos una farsa? Sí, claro. No hay nada más real que reconocer que la falta de ingenio se convierte en sinceridad y que el pecado recae sobre el que está dispuesto a soportarlo pero, esas tampoco son mis palabras. La literatura son retazos de sabiduría que intentamos cosernos, lomos en los que montar a horcajas porque no necesitamos conocer la anatomía de un caballo para que nos transporte. Lo mejor de los libros es sentirte pequeño para caber en ellos, aprender lecciones de vida para hacer algo que está casi proscrito por inacción: pensar. Y es que razonar requiere una visión global que huye de dogmatismos para no tomarse en serio a uno mismo, para que nuestras tapas no pesen más que nuestras hojas.