Pactos municipales

18 jun 2019 / 13:50 H.

Que en las elecciones municipales prevalece la elección de la persona antes que el partido político al que representa es un mantra que siempre hemos venido repitiendo desde el inicio de la democracia. Sin embargo, no hay muchos estudios políticos que avalen que esto sea así siempre, y sólo en algunos casos con liderazgos muy consolidados y de corte populista los alcaldes son más valorados que el partido y la ideología que les avala. La salud y la vitalidad del los partidos se refleja en los resultados de las municipales. Así ha sido desde 1979, cuando, en las primeras elecciones municipales de la democracia, celebradas el 3 de abril, UCD logró una amplia victoria, seguido muy de cerca por el Partido Socialista.

Después de cuarenta años de los primeros Ayuntamientos democráticos, el mapa político de España ha cambiado notablemente. Se sigue repitiendo la tendencia de que el partido que gobierna España gana las elecciones municipales, y el PSOE ha sido el partido más votado, con el 29,9% de los votos, seguido del PP, con un 22,24%. No obstante, los pactos postelectorales han hecho posible que el PP sea el partido con más alcaldías en las capitales de provincia. Gobernará 21 de las 52 capitales, frente a las 17 del PSOE.

Los pactos en democracia son legítimos. Nuestras leyes los amparan y lo hacen posible, pero en el proceso de negociación de estos Ayuntamientos hemos asistido a demasiadas incoherencias, cambios y vaivenes de compromisos electorales, órdagos y acuerdos pocos claros, que nos hacen pensar hasta qué punto la voluntad de la mayoría del electorado se refleja en los Gobiernos de muchos de los recién elegidos Ayuntamientos. Si los mapas políticos actual y futuro plantean un cuadro de varios partidos políticos, es de recibo que, antes de las elecciones, los partidos sean claros no sólo en sus programas de Gobierno, sino también en los pactos electorales a los que se van a comprometer. No parece legítimo, sino más bien un fraude al electorado, por ejemplo, manifestar que nunca pactarían Vox, un partido ideológicamente preconstitucional, y que, posteriormente, se pacte con toda normalidad, como ha hecho Ciudadanos. Trasladar a tus votantes ideas contrarias a lo que luego hace es el primer paso para acabar con la legitimidad y autoridad de cualquier partido. Tampoco parece lógico, y está muy alejado de la estabilidad que la Ley de Bases de Régimen Local pretendía ofrecer, pactar legislaturas en las que los alcaldes se alternan cada dos años, en base a un acuerdo por el que dos partidos se dividen la legislatura de dos en dos años. Una legislatura es de cuatro años, y presupone un proyecto de ciudad que resulta difícil de construir en media legislatura.

En estas municipales nos quedamos con muchos candidatos vencedores sin poder ser alcaldes por los pactos postelectorales. A esto se añade una gran incertidumbre sobre los proyectos y programas de Gobierno Municipal que, salidos de estos pactos, regirán nuestras ciudades y pueblos los próximos cuatro años. Todo ello, en el escenario de una legislatura trascendental, porque esperamos una reforma de la Ley de Bases de Régimen Local, que, entre otras cosas, devuelva a los Ayuntamientos las competencias amputadas en la reforma de 2013. Recuperar la autonomía municipal es una tarea pendiente, que esperemos que contribuya a recuperar más y mejores servicios sociales en todos nuestros pueblos y ciudades.