Pactos de investidura

08 jun 2019 / 11:51 H.

Acaban de celebrarse las elecciones municipales en nuestro país. Los resultados ya se saben y los partidos políticos que han obtenido mayoría absoluta no tienen problemas en la configuración del nuevo Gobierno municipal, que se constituirá el próximo sábado. Pero, deteniéndome como ejemplo en el estadístico provincial del partido ganador, tenemos que, de los 97 municipios de la provincia, los socialistas ha ganado en 69; de ellos, 56 han alcanzado la mayoría absoluta y otros 12 no han logrado esa mayoría cualificada, lo que les obliga a negociar pactos de investidura con otros partidos (del mismo modo lo hacen el resto de las formaciones ganadoras). En general, le corresponde al partido de la mayoría simple llamar a los otros a negociar con la finalidad de alcanzar acuerdos para la elección de alcalde o alcaldesa. En el histórico político ha existido de todo. Lo lógico es que los partidos con ideologías afines sumen sus votos, pero eso no siempre ocurre así, puesto que en anteriores elecciones municipales se ha practicado alguna transversalidad ideológica. En pos de la practicidad hay que recordar que la legalidad y la legitimidad igualmente la da la suma mayoritaria de votos de los concejales de la Corporación Municipal o la lista más votada. No obstante, algunos partidos políticos manifiestan que el regidor o regidora debería salir de la lista más votada, pero me temo que esa propuesta se ve con ojos interesados en función de cómo le han ido las cosas en las últimas elecciones. Estimo que esa proposición debería estudiarse fuera de los tiempos electorales.

El pueblo ha hablado a través de las urnas y ahora le toca hablar a través de pactos a los partidos políticos que no han obtenido mayoría absoluta en los comicios. Estos pactos pueden ser de investidura, con o sin condiciones previas, o bien de participación en un Gobierno de coalición. Ha llegado el momento de que el empleo de los instrumentos lingüísticos (hablar, escuchar, conversar, debatir y acordar), de los que también dispone la política, facilite llegar a esos anhelados acuerdos. Aunque últimamente han aparecido algunos esperpentos valleinclanianos, tales como “cordón sanitario”, que es una burda exclusión que impide cualquier tipo de negociación política; “ya hemos pasao”, frase descontextualizada que nos retrotrae a la Guerra Civil española; o la idea de “renegar” de las políticas del líder del partido ganador de las recientes elecciones generales.

En el proceso de negociación es fundamental que el acuerdo se haga en base a los programas electorales presentados a los ciudadanos durante las campañas electorales y no por intereses espurios. Durante este proceso resulta imprescindible tener presente que cada uno de los actores tiene que ceder parte de sus pretensiones, aunque luego todos manifiesten llevarse el gato al agua. De esas reuniones se saca un documento que los partidos deben pasar por sus respectivos asambleas, en las que se debatirá su validez. Una vez aprobados por los distintos órganos, es imprescindible plasmarlos en un documento escrito. Uno de los puntos relevantes del programa resultante consiste en que se fijen por las partes interesadas los mecanismos de seguimiento del cumplimiento de lo acordado y la periodicidad de las reuniones de la “comisión entre partidos” creada para tal fin.