Otro tanto mejor
La cincuentalescencia es esa segunda vuelta a la vida, empieza justo cuando alcanzas medio siglo de existencia, o te queda relativamente poco. Curiosamente comienza justo al revés que la primera etapa, despegamos sabiendo a conciencia qué cosas son las que más te gustan, y te hacen feliz, los placeres a los que a partir de ahora no piensas renunciar. La única pega de eso sería que justamente no dispones de todo el tiempo que quisieras para poder hacerlo, eso sí, todo el que tienes lo aprovechas al máximo y te entregas en cuerpo y alma. Envejecer evidentemente no está en esos planes. Y a diferencia de los jóvenes, ponderamos todos los riegos con capacidad suficiente para asumir sus consecuencias. Renunciar, renunciamos a muy poco, ni al deporte, ni al conocimiento, ni al sexo, ni a la alimentación, ni siquiera al miedo de empezar de nuevo y reinventarnos, el físico no es una renuncia es una evolución, simplemente cambia el concepto de belleza. Lloramos, eso sí, hacia dentro más que hacia fuera, pero por impotencia y por la rabia de ver tanta injusticia y tanto desequilibrio, creer ya crees en lo justo. Los planes, los hacemos con nosotros mismos, pensar en nuestra vida ya nos es suficiente como para estar preocupados por la de los demás. Es comenzar con un pensar, un disfrutar y un sentir en grande.