Otoñada de Jaén

    22 nov 2021 / 17:14 H.
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    El otoño es la negación de la vida si observamos la caída de las hojas, que fueron verdes y lozanas, y ahora tienen un color vahído amarillo, lombardo o hepático. No tienen pudor, los árboles en desnudarse ante mi vista, en este paseo por la Alameda, donde jugábamos a las damas con piedras y revienta perros, esto es, cinamomo oloroso, en aquellos bancos que había en la entrada de Capuchinos. Los añosos y leñosos olmos se desprenden lenta e inexorablemente de sus vestidos, o sean, las frondosas hojas que ahora corren paseo arriba, paseo abajo, según sea el capricho de Eolo. Distancias de tristeza se divisan allá por Jabalcuz, Puerto Alto, pues han cambiado de color, que no alcanzarán su verdor hasta que no llegue la primavera, si es que nuevas olas pandémicas lo permiten. De niño me aficioné a coleccionar hojas, unas eran corazonadas por su forma de corazón, y otras lanceoladas, al asemejarse a las puntas de lanza, como podían ser las hojas de la adelfa y el laurel, una práctica que abandoné, pero que estoy arrepentido de hacerlo. En los relentes y serenos de guapas lunas, la escarcha está presente en este otoño. Hace un frío que pela, y compro un cucurucho de castañas asadas, las que calentarán mis tripas, y mis manos, más frías que el mármol.

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