Optimista
Tras un largo y caluroso descanso estival, regreso a las páginas de este periódico con el firme propósito de escribir un artículo optimista. Es por ello que me he negado a ver las noticias por televisión, consultar las redes sociales o escuchar la radio. Me parece la mejor forma para poder escribir sobre la belleza de los atardeceres del otoño, del olor de esa lluvia tan anhelada, de la sonrisa de un niño o del cálido beso de su abuela, sin sentirme culpable. Sin que mi mano tiemble como si un terremoto la removiera desde dentro, sin que mi corazón se estremezca por el dolor que ocasionan las guerras, esas que no voy a nombrar en este mi artículo optimista, pero que siguen ahí, aunque miremos para otro lado. ¡Qué no!, que quiero empezar el curso como lo hacía cuando era niña, con la ilusión de los zapatos nuevos y el olor a tinta de los libros recién comprados. O cuando era una joven universitaria que luchaba contra el barro en las calles del ferial, porque siempre llueve por san Lucas para poner a prueba las ganas de fiesta de los jiennenses. Quiero buscar dentro de mí la fe en la humanidad, porque estoy segura de que alguna vez la tuve, y en estos tiempos convulsos la necesito más que nunca.