Operación Junqueras

27 ene 2020 / 08:35 H.
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Las enfermedades no suelen aportar más noticia buena que la de saber que se han curado. Si acaso, a veces, la postración, te concede tiempo para meditar, pero tampoco la meditación aporta demasiado consuelo cuando está revestida de sucesos lamentables, desalentadores, destructivos como esos pensamientos que transmite la inadmisible manera de gobernar de Pedro Sánchez. ¿Cómo se puede gobernar teniendo la mentira como elemento básico de primera mano? ¿Cómo se puede gobernar tratando de favorecer a quienes están en contra de los intereses generales de la nación como lo están los independentistas catalanes, los etarras vascos y los chavistas? Esta es una meditación que deberían hacerse muchos de los españoles que votaron a Pedro Sánchez —yo tampoco voté a los demás— un presidente que está desempeñando su mandato rayando —e incluso pisando— en la ilegalidad, jugando con el Código Penal. Miente Sánchez, miente Abalos y miente todo un gobierno que pretende cambiar la Constitución para favorecer a personajes como Oriol Junqueras que han tratado, tratan y seguirán tratando de desobedecer, de burlar, el Poder Judicial y a quien pretenden acortar su condena para corresponder a la ayuda prestada por Ezquerra Republicana para que gobierne Sánchez. Todo esto en los primeros días de esos célebres 1.400 de que dispondrá el Gobierno de coalición para poner un puñado de esperanza en los españoles. ¿Cuántos días le van a sobrar para seguir demostrando su ambición particular? Si echamos la vista atrás veremos que la degeneración de la Democracia no ha cesado. La clase política cada día tiene menos clase, menos preparación, menos dignidad. No importan las siglas ni los colores porque ninguno de los partidos tiene auténtica voluntad de servir la unidad e igualdad de todos los ciudadanos. Estamos viviendo una época política triste, humillante, en la que la falsedad no sólo se intuye sino que se toca con las manos. Y lo más enervante de esta situación es que los gobernantes son conscientes de sus actos reprobables, pero les das igual, tal vez porque piensen que los españoles somos idiotas y no nos damos cuenta de nada. Y no es así, los ciudadanos no somos tontos pero somos conscientes de que, no pocas veces, estamos desprotegidos y, aunque sufrimos, nos damos cuenta de que no vale la pena llorar cuando no tenemos quien nos oiga.

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