Nuevo curso escolar

11 sep 2021 / 15:16 H.
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Asistimos en estos primeros días de septiembre al inicio de un nuevo curso, no solo escolar y académico sino también político, económico y social. Me referiré en este artículo a la enseñanza no universitaria que inicia su andadura apostando por una enseñanza totalmente presencial, confirmada por la Mesa Sectorial de Educación, con más certidumbres que el año anterior. En estos días ya se anuncian las macrocifras de corte político (más de un millón y medio de niños y niñas y mas cien mil docentes se incorporan este año en Andalucía) que invitan al optimismo, una vez que la mayoría del profesorado está vacunado y gran número del alumnado también, aunque quedan elevados contingentes por hacerlo. Desde el punto de vista organizativo los protocolos están preparados para funcionar, siempre dentro de una confianza contenida y con la inestimable colaboración de la comunidad educativa. Sin embargo, los cambios en la organización de las aulas deben ser progresivos en el tiempo, pues el alumnado ha de acostumbrarse a trabajar de diferentes maneras y el profesorado debe desarrollar estrategias que le conduzcan a proponer actuaciones múltiples para alumnos diversos. Ello exige un tiempo de aprendizaje y de experimentación para ambos colectivos, que sólo puede aplicarse desde el trabajo en equipo y a partir de la reflexión compartida sobre lo aprendido en la época pandémica.

Otras cuestiones no están tan claras y dentro de ellas voy a referirme en concreto a tres. Por un lado, como pueden quedar las ratios de alumnado por aula y poner en cuarentena las cifras que se ofrecen desde las autoridades educativas. Por otro lado, aún siendo cierto que el profesorado ha sido partícipe en el pasado curso de una experiencia nunca antes vivida, queda por ver lo que hemos aprendido de la misma y si ese aprendizaje nos puede llevar a desarrollar innovaciones en las aulas que permitan la mejora del sistema, más aún cuando este año comienza el desarrollo de la nueva Ley de Educación. Por otra parte, entiendo que hay un olvido importante en lo referente a la formación del profesorado. Sabemos que en cualquier proceso educativo la competencia profesional de los profesores, su capacidad para diseñar situaciones de aprendizaje, llevar a cabo procesos de adaptación del currículum, elaborar pautas de trabajo en equipo..., adquieren una gran relevancia que se nos antoja decisiva en el éxito o el fracaso de dicho proceso. En este sentido, el profesor tiene la posibilidad de crear un clima adecuado para la interacción y la cooperación, que facilite la motivación a los alumnos formulando expectativas y utilizando refuerzos de autoestima y reconocimiento. Pero para ello el proceso de reprofesionalización docente aparece como un requisito indispensable para lograr la transformación de nuestro sistema educativo después de la pandemia. Desde esta premisa la tarea pasa por establecer las bases de una coordinación entre las exigencias de una formación continua y la formación inicial. Sin formación los cambios son difíciles de lograr. Por último y como tema de especial relevancia me referiré al alumnado con capacidades especiales que por su vulnerabilidad pueden haber sufrido retrasos en su proceso de aprendizaje durante y después de la pandemia. La atención a la diversidad implica una atención a las diferencias individuales, no como características estáticas para clasificar y predecir su futuro rendimiento, sino como elementos enriquecedores de la práctica educativa dirigida a evaluar estas particulares necesidades educativas y poder ofrecer una respuesta idónea de adaptación de la escuela al alumno y no a la inversa. Esta individualización debe ser abordada didácticamente apoyándose en las estrategias más adecuadas. Seamos solidarios con los que más sufren y más nos necesitan, transmitiendo grandes dosis de optimismo y esperanza para el nuevo curso.

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