Nuevas cátedras
Qué sería de nuestro mundo sin catedráticos y catedráticas? Esos seres que tanto saben y tanto ignoran. Los que cobran bastante más que los demás, aunque trabajen algo menos. Hoy las cátedras se multiplican como los hongos, casi al mismo ritmo que los cargos vitalicios y las nuevas tecnologías. No hace mucho lo progresista era defender “a igual trabajo, igual salario”. Hasta que la clase política se rindió a las excelencias de las cátedras, a las oligarquías de los privilegios. ¡Y crecieron el boato, los fastos y los escalafones! Es verdad que siempre hubo catedráticos valiosos: los que obtuvieron sus titulaciones a base de esfuerzo, trabajo y estudio. No puede decirse lo mismo de quienes se manejaron haciendo trampas, comprando títulos o tesis doctorales, sin pasar por las aulas. ¿Qué justicia social o equidad académica se pretende inculcar a los pobres estudiantes con tales ejemplos? Hoy la cátedra que reluce más que el sol, pero huele a montaje, manipulación e indecencia es la de Begoña Gómez. ¡Cuántas maniobras orquestadas para defenderla! ¡Cuántos esfuerzos por amedrentar a los jueces y manipular la balanza de la justicia! Como siempre, será la Historia y el sufrido pueblo más honesto y trabajador los que acaben dictando sentencia, tras tantos bochornosos espectáculos.