Nuestros vecinos

Escribo estas palabras desde una cafetería de Lisboa, mientras saboreo un aromático café, servido en una taza diminuta y acompañado por uno de sus famosos pasteles de nata. Veo pasar a la gente, con el mismo aspecto y apresuramiento que cualquier ciudadano español. Caigo en la cuenta de que somos hermanos, que compartimos la misma península y que nuestro idioma tiene raíces comunes. No resulta difícil hacerse entender y es agradable escuchar su entonación melódica, casi musical. Sin embargo, apenas sabemos nada de nuestros vecinos, no nos enteremos de cuando hay elecciones ni qué temas les preocupan. No suena la música portuguesa en las emisoras de radio españolas ni sabemos quienes son sus artistas más relevantes. En estos días que estoy pasando en tierras lusitanas, he tenido la suerte de asistir a un concierto al aire libre, junto a la famosa Torre de Belem; no conocía a ninguno de los grupos que actuaban, aún así me parecieron muy buenos. Mientras escuchaba su música, me vino a la cabeza la idea de que nos hemos dejado invadir por la cultura norteamericana, una ameba gigante que lo cubre todo, sin apenas dejar hueco a otras manifestaciones artísticas. Y también esta pregunta: ¿qué sabrán los portugueses de nosotros?