Nuestro Padre Jesús

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No hay en la Semana Santa jiennense un Cristo que despierte más fe ni más interés con verdadera devoción que Nuestro Padre Jesús Nazareno: El Abuelo. Nos rendimos ante él. Jaén vive la madrugada del Viernes Santo con inusitada pasión y penitencia. Es una noche mágica en la que Jaén no duerme. La ciudad entera y provincia se condensan en los aledaños de La Catedral. Es un hervidero humano allí concentrado para ver a Jesús en tan grandioso marco. Unos vivos sentimientos conmueven el alma de todo aquel que se diga creyente. Embarga el alma y oprime el corazón el vivir esos momentos. Mirar hasta verlo salir conmueve los sentimientos más puros. Los vivas repetidos de ¡Abuelo! salen de gargantas enronquecidas de fe auténtica que enmudecen o retumban en el espacio. Momentos únicos para el más duro corazón. Hay que vivirlos allí para saber lo que significan. Es un Cristo que al mirarlo vemos a Dios. Ahí es donde radica su magia. Es una noche larga, muy larga, donde no se advierte el tiempo, el frío, o la lluvia. La música empieza a sonar. (Su marcha) donde el maestro Cebrián, inspirado por ángeles, le compuso. Inenarrable sus pasos titubeantes y sus pies desnudos por las callejuelas estrechas del barrio cortijero de San Ildefonso.

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