Nuestras historias
La vida es una sucesión de hechos y de situaciones inconexas, tediosas y carentes de sentido. Por eso articulamos fórmulas narrativas para condensar y estructurar todo lo que vivimos, embelleciéndolo y dotándolo de cierta lógica. Y al sublimar estas experiencias, sirviéndonos de la imaginación, creamos artefactos de ficción que nos divierten y que acrecientan esa valiosa herencia a la que llamamos cultura.
El teatro, fue el primer mecanismo comunitario de ficción. Y en cada ciudad, en cada rincón, se acumulan las vivencias en torno a esta manifestación de la sensibilidad humana.
A mí, el teatro me asaltó en plena calle en el año 1984. Pocos meses antes se había generado una gran polémica en Granada porque unos ultraderechistas trataron de sabotear la representación de una obra, titulada “Dimonis”, enarbolando cruces y pistolas. Poco después, aquella compañía, llamada Comediants, actuó en Jaén. Era un pasacalles que se iniciaba junto a la Catedral, y me parecía increíble que existiera algo así y que estuviera pasando en mi ciudad. Había cientos de personas participando en un rito pagano, muy actual pero a la vez ancestral que, partiendo de la Plaza Santa María, se desarrollaba simultáneamente en varias calles y que poseía una fuerza, una intensidad y una creatividad que me resultaban como... de otro mundo.
Un año después tuve mi primera experiencia en una sala de teatro disfrutando una versión de la obra “Bodas de sangre” dirigida por José Luis Gómez. Yo era muy aficionado al cine, pero percibí que existía una nitidez en la vibración de aquellos instrumentos expresivos que superaba a la experiencia cinematográfica. Ver películas era como escuchar discos y asistir a una obra de teatro era como estar rodeado por la orquesta. Asistí a aquella representación, en el Teatro Cervantes de Linares, junto a otros alumnos de mi instituto para ver la obra gracias al empeño de mi profesor de literatura. Nuestras butacas estaban en una de las últimas filas de anfiteatro y recuerdo que olvidé mis gafas en casa, veía solamente bultos y formas borrosas en escena. Y, a pesar de todo, la experiencia de aquella representación fue tan intensa, las palabras, y también la puesta en escena de aquel montaje, me llegaron con una intensidad tal, que creo que al ver aquella función empecé a soñar con dedicarme al teatro.
Antes de aquello había conocido historias de obras que levantaron expectación y polémica en mi ciudad. Como “Equus”, en los años 70, una reflexión sobre la locura que en su momento fue célebre por mostrar un desnudo masculino en plena época de la transición. O “Teledeum de Els Joglars” que también generó revuelo por su crítica a la religión. En 1984 se representó en el Teatro Asuán de Jaén a pesar del encendido boicot de un partido político.
Y hay que recordar otros nombres importantes que mantuvieron vivos nuestros escenarios, en aquellos años, como Juan del Arco, Lola Vico, Ilda Fava, Dora Albardiaz, Bojiganga, Pintarrajos, Acebuche, Zakatraka, Funambulafábula, Teatro Arena, Paco Zaragoza, Pecato Veniale y muchos otros. Porque en Jaén sí que hay (cultura, artistas, creadores), pero también los hubo, y no se nos deben de olvidar sus nombres ni su herencia. Ellas y ellos nos emocionaron y nos impulsaron a mantener encendida la luz de la ficción en esta ciudad.