Nostalgias en verso
Menos mal que Puigdemont, que tantos sueños de grandeza separatista almacena, no es Papá Noel, porque por estos pagos nos hubiéramos quedado sin regalos. Él no vuelve por España, al menos de momento, ni para cobrar una herencia. Por más que un buen catalán esto de cobrar se lo pensaría. Pasemos página sobre este asunto porque el problema de Cataluña no se va a arreglar este año y, el que viene, ya veremos. Las fiestas navideñas están en pleno apogeo y no nos vamos a distraer con estos problemas que urden los políticos y que luego no son capaces de resolver. Hay cosas más cercanas que también son importantes, sobre todo, cuando tocan la fibra de la sensibilidad.
Hace unos días, aprovechando estas fechas entrañables, José Luis, hijo del que fue mi entrañable amigo José de la Casa Serrano, fallecido recientemente, citó a un grupo de amigos de su padre para celebrar con ellos un acto en su memoria. Acudí a la cita, aunque solo estuve unos momentos, porque merecía la pena este recuerdo para Pepe de la Casa, de cuyo fallecimiento no me enteré hasta días después y, por tanto, no pude expresar mis condolencias a su familia. No asistimos muchos, porque algunos de aquellos buenos amigos ya no están con nosotros y otros apenas están en condiciones de pasar la “ITV”. Pero fueron unos momentos de entrañable emoción en los que se fueron recordando bonitos momentos de convivencia con Pepe. Su hijo José Luis tuvo el detalle de regalarnos un libro del inolvidable Francisco Almagro, alma de la mayoría de aquellas viejas tertulias.
“Volando en el crepúsculo” es un volumen editado en el 2005 por el Ayuntamiento de Pegalajar, pueblo en que nació Francisco Almagro, que recoge más de 170 poemas de este maestro del verso, del compás y de la vida. Entre estos poemas hay uno dedicado a mi nieta María Jesús y, prueba de su generosa amistad, otro dedicado a mí. El maestro Almagro vivió una larga vida dedicada a la literatura. Compuso letras que fueron cantadas por Juanito Valderrama, Manolo Escobar, Pepe Mairena y otros muchos, siendo las más populares “Mi ovejita lucera” y “La perrita pekinesa”, amén de las dedicadas expresamente a Jaén. Falleció a los 95 años el 2 de marzo del 2007, pero su recuerdo sigue vivo. No cabe duda de que ese encuentro provocado por José Luis de la Casa estuvo cuajado de nostalgias en verso.