Nosotros y la seguridad social

    15 ene 2020 / 10:18 H.
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    Leía hace pocas fechas el impresionante gasto del Servicio Andaluz de Salud, que ha necesitado inyecciones del Gobierno de Andalucía de más de 300 millones sobre lo presupuestado para los últimos seis meses de 2019. Más de una vez se ha tenido que corregir al alza la partida del SAS retrayéndola de otras de la propia Consejería de Salud y Familias y, en parte, de lo asignado a otras Consejerías como Empleo, Fomento o Cultura. Los motivos fundamentales son dos: sufragar las nóminas del personal sanitario contratado para reducir listas de espera quirúrgica, que era uno de los objetivos del nuevo gobierno, y el pozo sin fondo que es el gasto en medicamentos subvencionados en farmacias. Conocidas son las alabanzas al excelente servicio de salud gratuito que tenemos en España. Desde fuera de nuestras fronteras se ponen las manos en la cabeza sorprendidos. Desde dentro nos congratulamos menos porque nos parece como si no pudiera ser de otra manera; incluso nos quejamos de cualquier cosa que suponga una reducción particular a ese paraíso coste cero. Y ya vemos, como decía Jarcha, “eslabón que a mí me sueltan a otro se lo apretarán”, y corremos el riesgo de que el sistema no aguante. Hacer que siga siendo viable pasa por romper esa mala conciencia colectiva de que la Seguridad Social es un merecimiento que nos viene llovido del cielo, o a lo sumo que podemos exigir porque lo pagamos con nuestros impuestos. Es cuestión de todos que podamos seguir manteniéndolo: los usuarios, evitando abusos y gastos en medicamentos porque son casi gratuitos, siendo pacientes y haciéndose cargo de que un servicio tan importante y demandado genera incomodidades; los sanitarios, atendiendo y administrando como si fuera suyo el negocio; y la administración, previene en todo y adoptando las medidas necesarias para que siga siendo posible. Aunque, ahora que lo pienso, casi da un poco de vergüencilla hablar de todo esto, porque, con cuatro vicepresidencias y dieciocho ministerios, y lo que le colea a cada uno en altos cargos, ante la crisis que vaticinan los entendidos, es grimoso pararse en estas minucias de ahorro. Bueno, pero ¿y la responsabilidad?

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