Nosotros, los locos

04 oct 2022 / 15:49 H.
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La imaginación, la inventiva y la innovación están conectadas con nuestra capacidad para desenfocar la mirada y vislumbrar realidades alternativas. De hecho las ficciones a veces pueden derivar en delirios. Supongo que un gramo de locura resulta divertido e incluso saludable, el problema es que una sobredosis llega a ocasionar graves consecuencias.

Recuerdo que cuando era un niño escuchaba historias y comentarios relativos al sanatorio psiquiátrico de Los Prados, el manicomio de Jaén, y todo aquello me resultaba misterioso y aterrador.

Afortunadamente en las últimas décadas se ha hecho un esfuerzo para normalizar la consideración social hacia las enfermedades de carácter psiquiátrico y para desterrar viejos prejuicios en torno a estas patologías tan estigmatizadas.

Sin embargo vivimos tiempos de soledades compartidas. A menudo las nuevas tecnologías son las ventanas y los salones en los que nos relacionamos con las otras personas, y esos contactos adolecen de una superficialidad que nos impide desarrollar adecuadamente nuestra emotividad. Y estas soledades tumultuosas (a las que se suma la lógica de producir y consumir que define en gran parte nuestro catálogo de aspiraciones) se han visto agravadas por el desconcierto, el temor y el aislamiento que ha provocado la pandemia. Y, para colmo, las recientes hostilidades bélicas, la inquietud por el cambio climático o la inestabilidad económica redundan en generar una creciente sensación de desasosiego, a menudo potenciado por determinados medios de comunicación que encuentran en el sensacionalismo una estrategia para aumentar su difusión. Convivimos con una cierta sensación de catastrofismo que proyectamos en ficciones, cada vez más numerosas, que recrean amenazas zombis, apocalipsis nucleares o invasiones extraterrestres.

En este contexto tan preocupante necesitamos buscar fórmulas para desdramatizar, socializar y reducir nuestros niveles de ansiedad y estrés. Y sobre todo tenemos que exigir a nuestras autoridades que incrementen las inversiones en los servicios de sanidad psiquiátrica. Y es que somos muchos los locos, las personas que hemos tropezado en algún momento de nuestras vidas con un problema de salud mental. Y es necesario visibilizar una realidad que está mucho más extendida de lo que a priori pudiera parecer. De hecho las dolencias emocionales y psicológicas son, en la actualidad, el principal problema de salud de los españoles. Y es fundamental que exista un compromiso político claro para atajar esta grave situación. Existe, en este sentido, una cierta saturación debido a la creciente demanda de estos servicios, que las distintas administraciones deben solventar. Y tenemos que ponernos las pilas, como sociedad, para tratar de atajar otra plaga silenciosa: las crecientes estadísticas de suicidios indican que algo marcha mal, muy mal.

Vivimos en un mundo lleno de posibilidades y con muchísimos alicientes potenciales que, sin embargo, a algunas personas, por diversas circunstancias, les puede llegar a resultar inhabitable. Y tenemos que esforzarnos, a todos los niveles, para tratar de evitar que tantas vidas, que tantas historias, consideren que han colisionado con un problema argumental irresoluble y decidan que la única salida de su trama sea el forzar y precipitar el desenlace.

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