Normalidad enmascarada

    10 sep 2020 / 17:34 H.
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    Primeramente me agobia el llevarla. Está el hecho cierto de que nos quedamos sin cara, que nos falta media faz que nos identifica ante los demás. Así que vamos encontrándonos medias caras a las que a veces podemos identificar trayendo a nuestra memoria la parte oculta y completándolas. La mascarilla entonces aparenta ser un corazón con su latido y todo; es nuestro corazón visible. Se decidió la utilización de la mascarilla de forma obligatoria y permanente en el supuesto de que se podría cortar la transmisión de la pandemia o al menos amortiguar su progreso; no fue ni una medida gratuita ni coactiva ni dictatorial, fue una medida profiláctica. Pero hay quienes hacen caso omiso de la orden en general porque no les da la gana ponérsela. ¡Libertad!, gritaban esperpénticamente unos a los que sin embargo les vendría de perlas que un general bragado nos pusiese uno a uno las mascarillas. Bien, portemos la mascarilla, acostumbrémonos a llevarla en esta nueva normalidad que es realmente así porque iremos considerando normal lo que antes era accidental
    y circunstancial.

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