No son hijos de los vecinos
Difícilmente me faltan palabras para explicarme en la mayoría de las situaciones, pero cuando escucho en las noticias de la televisión que los niños tienen acceso a la pornografía a partir de los ocho años, me quedo totalmente bloqueada por la incredulidad, la impotencia y la vergüenza. Se nos debería caer la cara y no hacer ni por recogerla. No es que lo busquen expresamente, es que la cantidad de tiempo que usan la tablet o el móvil, se prestan a que encuentren estos contenidos tan dañinos para su educación y formación afectiva. Ningún dispositivo puede sustituirnos como padres, pero es mucho más fácil dar el móvil a la hora de comer, porque de lo contrario no come. Pues que no coma, o como es nuestra obligación educarlos, nos encargaremos de conseguir un buen comportamiento en la mesa y un respeto por la comida de la que carecen muchos niños como ellos. Es que lo de educar viene en el lote. Tampoco hay que asustarse: con un poco de intuición, mucha fuerza de voluntad, paciencia y cariño, se consiguen unos resultados estupendos y nos vamos a alegrar mucho en un futuro que está más cercano de lo que parece. Y sobre todo dar ejemplo. Es que no son hijos de los vecinos; son nuestros.