No somos perros voceros

25 mar 2016 / 10:00 H.

Es fácil echarle siempre la culpa al mensajero. Incluso, hasta debe resultar terapéutico por la frecuencia con que esto ocurre. Los periodistas estamos más que acostumbrados a ser el centro de dardos envenenados, y qué duda cabe de que, como cualquier humano, no somos infalibles y erramos en el ejercicio de nuestro trabajo. Pero otra cosa bien distinta es que por contar un determinado hecho noticioso, veraz y más que contrastado, el periodista en cuestión tenga que soportar ser el blanco de una cascada de insultos y descalificaciones, solo por ejercer su oficio, que no es otro que el de informar. Esta misma semana, compañeros de este periódico han sufrido descalificaciones solo por hacerse eco de una sentencia que condena a miembros del SAT. Entre otras lindezas, e intentando dar lecciones de periodismo, les llaman “perros voceros” y se inventan infundios con el único objetivo de echar por tierra el trabajo de estos profesionales. Hay quienes, llenándose la boca con la palabra libertad, solo la comprenden en un único sentido, el suyo. Nada más alejado de una democracia; nada más cercano a una dictadura.