No más diagnósticos:
Soluciones. El olivar tiene futuro

12 jun 2020 / 09:03 H.
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Due el olivar tiene un problema nadie lo discute. En eso coincidimos todos. En eso coinciden todos los diagnósticos que conozco y mira que son muchos. Es más, personas ajenas al sector, cuando en las tertulias de sobremesas, al calor de los caldos tomados, todos coinciden que la solución del aceite es venderlo envasado y que las plusvalías queden en nuestros agricultores, algunos se atreven a ponerle incluso el precio: 6 €. Y lo malo es que llevan razón, si eso se hiciera, el sector del olivar no tendría problema. Pues manos a la obra.

Pero no es tan simple, no es sencillo el problema del olivar. Si analizamos los diagnósticos, “agoreros en su mayoría”, sofisticados y en detalle, de algunos técnicos y personalidades muy cualificadas, el problema no es sencillo. Hay que ponerle tratamiento a estos diagnósticos y esperar resultados, no hay una vacuna que garantice resultados rápidos y no sabemos cómo reaccionará el enfermo, si habrá reacciones colaterales o rechazo al tratamiento.

Hace unos días, por parte del Ministerio del ramo, parece que se ha puesto un primer tratamiento, suave, a ver cómo reacciona el enfermo. Diez medidas que, unidas a la Ley 5/2020, el sector tiene que asimilar y ver si son efectivas. En una primera visión, parecen insuficientes, pero también es cierto que a la mayoría les suena bien la música de esta pieza, salvo a los de siempre, que, como el corte no está hecho a su medida, sacan los pies del tiesto.

Estamos en el camino correcto, una mesa que dialoga y pone sobre la mesa un tratamiento. Veamos cómo reacciona el enfermo y si es necesario que complementar, modificar suprimir algún medicamento, se hace. Lo malo de todo ello, es que el enfermo está muy grave y no hay mucho margen para experimentos, o se acierta o pasa a la UCI.

El sector se resiste a aceptar la ley comercial de la “oferta y la demanda”, pero esta negación, creo, es el primer mal que padecemos. El precio oscila hacia arriba o hacia abajo en función de la producción mundial, si esta no llega a 3 millones de toneladas el precio se mantiene o sube; si la producción mundial sobrepasa esa línea roja, el precio baja proporcionalmente en base a las toneladas que excede. Nos duele la realidad, pero así es.

Y nos duele aún más, porque hay quien intenta influir en esta regla comercial y no para beneficio de los productores. Pero también eso entra en el juego del mercado libre, para eso está la ley de la Competencia, para regular estos intentos.

Uno de los principales remedios para el enfermo es reconocer la enfermedad y aplicarse al tratamiento y el sector se resiste a aceptar esta regla sagrada del mercado, tratando de culpar a especuladores, malas prácticas (mezclas), intermediarios, etcétera, que siendo culpables y teniendo influencia, no es la causa principal, al menos no únicamente, de la evolución de los males.

Es cierto que el aceite de oliva, en su comercialización, asume una buena parte de aceites de otros productos (mezclas) y, por lo tanto, aumenta la cantidad y reduce la calidad, y eso es necesario combatirlo. Pero eso es un daño colateral endémico, al que hay que ponerle remedio. Sin embargo, el mal original es que el sector está cada vez más preparado para producir más y a menor coste que el olivar tradicional (otro daño colateral al que hay que prestar atención) y, aun así, el consumo mundial no crece, aunque lo hace, al mismo ritmo.

Desde la campaña 2010-2011, hemos tenido cuatro campañas en las que se ha superado ampliamente los 3 millones de toneladas en producción y el consumo, en el mejor de los casos, está estable en 2.900-3.000 millones de toneladas, con un ligero descenso que parece se está recuperando en estas dos últimas campañas, pero no supera los 3 millones de toneladas. ¿Qué nos dan a entender estos datos?

Que hemos de trabajar para el aumento del consumo a nivel mundial, que hemos de buscar nuevos destinos de nuestro aceite y mantener el consumo en los países productores. ¿Cómo se hace esto? Supongo que habrá estudios sobre ello, hoy todo se estudia. Supongo que la Interprofesional tendría mucho que decir al respecto: Promoción, marketing, campañas, diplomacia, acuerdos internacionales. Supongo que no habrá suficientes recursos para todo ello. ¿Cuánto hemos perdido este año el sector? ¿Habría suficiente con estos recursos que no hemos recibido? ¿Se puede reducir la producción, eliminando las categorías de menor calidad y destinarlas a usos no alimentarios?

Se puede hacer una comparativa del aceite virgen extra que se produce y el que se saca al mercado con esta categoría. Supongo que el INE tendrá datos al respecto. Algunas de las medidas propuestas por el Ministro Planas van en esta línea, pero como dice el refranero español: “Las cosas de palacio van despacio” y por tanto hasta que se implanten y empiecen a dar resultados, algo hay que hacer.

Los productores olivareros no podemos limitarnos tan solo a pedir que se tomen medidas, sino que es necesario tomarlas a nivel interno, tenemos que hacer examen de conciencia. Nadie mejor que nosotros sabe el origen de nuestros males y algunos de los remedios solo dependen de nosotros.

Concentración del sector. Y luego está la composición del sector de la producción y como consecuencia la comercialización. Somos 837 almazaras productoras en Andalucía, donde se produce el 75% de la producción nacional y casi el 40% mundial, de las que el 49.70% son Cooperativas (416), y de las que un 46% (191), solo el 22.82% del total, están concentradas en Grupos, y 421 (50.30%) Industriales. Es decir, aproximadamente solo el 45% de la producción Cooperativa está concentrada, el otro 55% está en venta individual más la producción industrial, es decir, cuando sus necesidades lo indican. En eso consiste el mercado libre, oferta y demanda, simple y llanamente.

A nadie se le puede obligar a asociarse, a entrar en una disciplina y en una estrategia de venta. En el mejor de los casos, eso sí, se podría establecer un sistema de incentivación de la concentración.

La concentración no es garantía de buena gestión, pero sí es el paso para conseguir reducir la oferta y mejorar la correlación de fuerzas entre envasadores y productores. Este camino ya lo anduvieron nuestros abuelos cuando decidieron crear las Cooperativas ahora existentes, para combatir el precio de los compradores de la aceituna, a pesar de ello, el 40% de la producción está en venta individual, libre.

Motivar a los agricultores a asociarse en Cooperativas, concentrar estas en Grupos y establecer acuerdos legales entre estas para comercializar, es el otro paso fundamental.

Oyendo los argumentos de las Cooperativas que no están asociadas, los hay de todos los tipos, entre ellos que “los resultados de los Grupos actuales no difieren mucho de las Cooperativas independientes”, incluso que “algunas de estas dan mejores resultados” y llevan razón. Hay otros razonamientos, por ejemplo que “las estrategias de los grupos actuales no son las más adecuadas” y pueden que lleven razón, seguro que la llevan. Dicen también que “el comportamiento de algún grupo no es diferente al de las grandes envasadoras” y llevan muchísima razón. Si nadie discute eso.

Si no satisface los grupos existentes, créense nuevos grupos con Cooperativas afines, concentren la oferta que es de lo que se trata, créense las estrategias más idóneas, corrijan las malas prácticas de los Grupos actuales. Pero tengan la seguridad que las Almazaras no asociadas, las que sigan vendiendo “por libre”, seguirán beneficiándose de la evolución del mercado, eso no se puede evitar salvo, y esto habría que verlo, que el agrupamiento tenga un beneficio fiscal del que carezca otro tipo de actividad almazarera, y creo que estaría justificado. La explotación privada no es lo mismo que la actividad colectiva o de economía social.

El olivar es un árbol milenario, el aceite es un producto apreciado por los griegos y romanos desde hace miles de años y supongo que habrá pasado por crisis importantes, pero ahí está, luchando por su supervivencia y seguro que lo conseguirá. Los olivareros tradicionales no tiran la toalla a la primera de cambio, luchan por lo que consideran propio, por su forma de vivir, por la cultura y tradición heredada por sus antepasados.

La mecanización, los sistemas de producción, la disparidad de territorios no son los mismos en los distintos puntos, nunca lo han sido, pero los atributos culinarios y de salud son innegables y el reconocimiento mundial del aceite de oliva es inmejorable.

¿Por qué, entonces, su consumo es solo el 3% de todas las grasas vegetales?

El sector tiene que hacer autocrítica y no mirarse más el ombligo, ni esperar que los demás nos saquen las castañas del fuego. El daño es nuestro y la solución ha de ser nuestra. Hay muchos intereses particulares, hay demasiada gente viviendo alrededor del aceite, gente a la que solo les interesa su propio bolsillo. Mientras no seamos capaces de ver esto tan sencillo, no avanzaremos en la solución eficaz. Lo malo (o lo bueno) es que cuando nos llegue la solución, esta lo será para todos, no solo para los que hagan el esfuerzo. Siempre habrá listos esperando a montarse en el tren cuando este esté llegando a destino.

Estos son los peajes que hay que pagar, pero habrá que poner revisores que tomen nota de la estación en que cada cual se haya montado para tenerlo en cuenta.

Amigos agricultores, la solución del problema está en el dialogo, en el debate, incluso en la discusión y en los enfrentamientos, pero en absoluto en tirarnos entre nosotros los trastos a la cabeza.

Unamos esfuerzos, ideas, propuestas y sacrificios, excluyamos del sector a quienes practican las malas artes, a los especuladores, a los que solo buscan los beneficios sin arriesgar. Hay muchas familias, pueblos, ciudades que dependen del futuro del olivar y no podemos defraudarlos. Dejemos a un lado los intereses particulares y pensemos solo en salvar el sector, ya habrá tiempo de señalar a los “listos de turno”.

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