Ni Antoñete

28 ene 2020 / 08:47 H.
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El Real Jaén está viviendo unos momentos de penumbra, de tristeza, de inseguridad, que ni el mismísimo Antoñete podría mostrar unas migajas de aquella inmensa fe inquebrantable de la que durante toda su vida dedicada al Real Jaén hizo gala. Antonio Romero Maroto “Antoñete” se sentía orgulloso de que toda la ciudad le llamara el hombre de la fe. Pocas personas le conocieron tan íntimamente como le conocí yo y me pregunto qué pensaría mi inolvidable amigo de cuanto está aconteciendo en torno al club de sus amores y de tantos jiennenses. El sólo se dedicaba a lo que realmente sabía. Y sabía mucho de fútbol y de jugadores, aunque pocas veces se metió en la forma que tenían los mandatarios de gestionar el club, al menos en voz alta, porque sus opiniones particulares sí se las comunicaba a los amigos más íntimos. Antoñete sabía que la causa principal de que un club funcionara bien era tener una buena plantilla. El equipo es la única palanca capaz de mover a una afición, de mantener la ilusión viva y la fe inquebrantable. Precisamente el concepto que menos se ha tenido en cuenta y valorado en las dos últimas temporadas, en las que fue en la confección del plantel y en facilitarle las mejores condiciones de trabajo donde se escatimó el dinero, mientras se derrochó trayendo y llevando técnicos que no aportaron nada, que salieron engañados y fueron incapaces de dejar tan siquiera una pequeña huella positiva de su buen hacer. En las dos últimas campañas, cuando hubo mejor plantel lo manejó un técnico incapaz. Esta temporada parecía que se había acertado más y aunque la nueva plantilla exigía más trabajo de formación, se encontró a un entrenador, modesto como Alberto González, que dio la impresión de que sabía lo que tenía que hacer. Y los frutos empezaron a verse y disfrutarse. Pero el proceder incomprensible del presidente no le ha dejado hacer su trabajo con normalidad, al irle recortando la plantilla periódicamente, dejando marchar a jugadores en mayor número y con más potencial de los que se traen obligando al entrenador a tener que dar forma a un nuevo bloque. Esto ha significado una pérdida de tiempo difícil de recuperar cuando los bloques de los adversarios funcionan con más ajuste y conocimiento colectivo. No es agradable tener que decirlo pero este equipo lleva camino de que ni Antoñete hubiera tenido fe en él.

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