Negro sobre blanco

20 mar 2019 / 08:57 H.

Mi amiga Tani me llamó desde San Sebastián en la noche del lunes. Yo no estaba en mi casa. Estaba en el Hospital Clínico, donde continúa ingresada mi mujer. Cuando supe de la llamada de Tani un duro golpe sacudió mi alma. Ya me figuraba lo que me quería comunicar, un triste desenlace que ella me confirmó a la mañana siguiente, nada más regresar yo de misa. Su marido, mi entrañable amigo, mi admirado amigo, el gran jugador de fútbol, el deportista ejemplar que dio lecciones de profesionalidad con todas las camisetas que había defendido, había fallecido. Desde hace unos pocos años era un desenlace esperado pero no es por eso menos doloroso. Porque él, nada menos que Miguel Azcárate Iceta, sembró la mejor semilla de profesionalidad, amistad y lealtad que a lo largo de mi vida he tenido ocasión de conocer. Azcárate llegó al Real Jaén en la temporada 1971-72 de la mano del irrepetible Eusebio Ríos. Ambos procedían del Betis, donde habían culminado una larga época de triunfos en las que dejaron ricos testimonios de su envidiable condición como deportistas y, sobre todo, como seres humanos. Permaneció tres temporadas defendiendo ejemplarmente la camiseta del Real Jaén y se involucró hasta la médula con nuestra ciudad. Aquí nacieron sus hijos, Sonia y Carlos. Azcárate fue otro de los jugadores simbólicos que los aficionados que lo conocieron nunca olvidarán. Azcárate fue capitán del equipo, ganó dos trofeos a la regularidad y, al margen del fútbol, su gran pasión, le encantaba la caza. Varias veces, después de su retirada del fútbol, volvió a Jaén para practicar la caza en cotos de buenos amigos. Nunca perdí el contacto con él y, cuando el alzhéimer le venció seguí su estado a través de Tani, su esposa.

Al comunicarle tan triste noticia, Tani tuvo el detalle de decirme que Miguel había muerto pero que no había sufrido nada. Él no se merecía sufrimiento alguno. Y lo que sí se merece es el reconocimiento, la oración y el aplauso de la afición jiennense, la que le conoció y supo de su calidad y entrega y la nueva generación. Miguel Azcárate se merece el recuerdo imperecedero en la historia del Real Jaén. Esa historia que tratan de reescribir y reinventar algunos de los últimos que llegan pero que, parece, que de aquí para atrás, ya está escrita. Mi condolencia profunda y sincera para Tani, la esposa de Azcárate; Miguel, Amaya, Sonia y Carlos, sus hijos, y para sus nietas Laia y Xane.