Negocios sin rencores

19 may 2022 / 16:00 H.
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Los años van pasando para todos, las ilusiones van perdiendo frescura. Los sueños de la juventud se han convertido en quimeras, en paseos peripatéticos por el bulevar de los sueños rotos, que diría el maestro Sabina. Uno va comprendiendo. Como fragmentos de un espejo destrozado, solo quedan pequeños fulgores de aquellos días luminosos. Las renuncias comenzaron a formar parte del repertorio de nuestros hábitos. También el tiempo va dejando a personas en el camino, malos y buenos, gente que merecía la pena y otros que no la merecían en absoluto. Uno no puede alegrarse de los que desaparecen, incluso si han sido personajes malvados, villanos, como esos de las películas en los que por muchas oportunidades que se les den, siempre reinciden y se ganan la pena máxima, la muerte, el exterminio, la no redención. Sin perdón, como la magnífica película de Clint Eastwood. Me pregunto muchas veces sobre el límite entre el bien y el mal, sobre los valores, el significado de los valores, si es que existen. Quiero decir, ¿existen?, ¿son solo construcciones morales que el ser humano ha ido creando y justificando durante años, durante décadas, durante siglos? Construcciones que de un plumazo desaparecen y se convierten en agua de borrajas. Kant afirmaba que la delimitación entre el bien y el mal, que consideraba como conceptos morales, era sin embargo eterna. Había existido siempre y el hombre lo sabía desde que rompió el primer hueso contra una piedra para extraer el tuétano, desde que diseñó las primeras puntas de lanzas con piedras toscas, o pulió las lascas para usarlas como finas navajas, quizá para herir a los grupos vecinos, de los que huía o a los que se enfrentaba. El bien y el mal innatos en el hombre y arraigados en la naturaleza. Yo no es que sea un santo, ni mucho menos, pero trato de no hacer daño a nadie. “Soy, en el buen sentido de la palabra, bueno”, escribió Machado. Y creo que me identifico con ese verso hasta el punto de intentar a diario de no envenenarme con los dimes y diretes, con los triunfos o fracasos de los demás, con las oportunidades perdidas, los reveses, los planes que no salen como quieres. De igual modo, tampoco me ufano por algún logro o triunfo, por las ínfulas del éxito o por explotar como una pompa egocéntrica, haciendo saber a todos aquellos que se encuentren a mi alrededor mis muchos reconocimientos o méritos. Voy con discreción, lo cual no impide que me guste que me reconozcan, a pesar de la estupefacción de estar vivo, y de esos villanos a los que quisiera desearle lo peor, aunque me contengo, alucinando con lo que nos rodea, sin entender tantas cosas. A ver, por ejemplo, Qatar es el tercer país con mayores reservas de gas del mundo, y su emir ha visitado España, reuniéndose con el rey, empresarios, etcétera. Resulta que hay que reforzar una alianza estratégica con un país donde los derechos humanos brillan por su ausencia, la violencia de género, las leyes homófobas, y no sé cuántas atrocidades que para otras naciones son innegociables, con tal de que nos vendan gas y petróleo. Hagamos negocios y amistad sin rencores. No hay problema con Qatar, que incluso va a celebrar la Copa Mundial de Fútbol este 2022, y aquí paz y después gloria. El poder es así, el dinero es así y, como te digo una cosa, te digo la otra. Que nadie se llame a engaños porque no hay más cera que la que arde.

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