Nada transparente
Aunque la palabra es heterodoxa desde el punto de vista académico, puede servir para definir la forma en que se ha conducido ese otro “proceso” hacia la investidura del Gobierno de la Nación. No me convencen en absoluto las alegaciones sobre la necesaria prudencia que requerían las negociaciones con ese sector del independentismo catalán. No es aceptable como argumento de conveniencia frente a una sociedad democrática consolidada y adulta ya como la española. No estamos en los tiempos de la transición, ni hay que esperar a fechas señaladas para legalizar lo que se apunta ya como poco legalizable en términos constitucionales. El actual presidente ha dado muestras de un escaso respeto por la ciudadanía, al no dar la cara ni la voz a lo que se estaba “dialogando”. Más aún si los términos de ese acuerdo chocan con las promesas electorales de un partido que siempre se ha postulado en defensa de la igualdad y la constitucionalidad. Hemos descubierto que la opacidad obedecía a la necesidad de ocultar aquella palabra que es la base de nuestra convivencia. Ha dejado de existir la Constitución; ahora tenemos un “sistema jurídico democrático”.