Morir con dignidad

    21 feb 2020 / 09:25 H.
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    La muerte nos acompaña desde que nacemos, pero no somos conscientes de ello hasta que vamos cumpliendo años. De ahí la valentía de la juventud, la osadía de aquellos que más tienen que perder. Con la edad, nos volvemos más prudentes, cuidamos más nuestra salud, nos preocupamos por mantenernos jóvenes y activos. Queremos esquivar a la letal amiga, a esa compañera ineludible. Sin embargo, hay personas que desean dormir para siempre en sus brazos, respirar por última vez un aire viciado de dolor y desesperación. Mujeres y hombres sometidos a la inclemencia de una enfermedad crónica, que los va deteriorando hasta convertirlos en despojos humanos, meras sombras de lo que fueron un día. Y yo me pregunto: ¿Quiénes somos los demás, los que aún conservamos una buena salud y disfrutamos de los placeres de la vida, para negarles el derecho a una muerte digna? No se trata de ahorrar en pensiones, como algún político se ha atrevido a decir, frivolizando con un tema tan sensible; más bien de ahorrar en sufrimiento. A mí, personalmente, me tranquiliza pensar que, en breve, tendremos una ley que regulará la eutanasia y que, llegado el momento, podré hacer uso de ella y morir dignamente.

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