Moralejos

    02 jun 2024 / 10:05 H.
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    Felipe cuéntenos lo del muerto de Moralejos, decían los niños. Y Felipe el recovero, el hombre que todos los meses pasaba por todas las aldeas de la zona intercambiando por dinero o por otras mercancías que traía de otros sitios. Inteligente para valorar las cosas, era capaz de traducir unas sandalias a trigo, o el azúcar en garbanzos. Conocía las necesidades de todas las gentes de aquellas aldeas y sabía también todas sus historias. Comenzó a contar: Antaño encontraron un hombre muerto en Moralejos y no pudieron enterrarlo por culpa de la nieve, a lo menos en dos semanas. Pero como estaba en la nieve pues ni se pudrió ni nada. Le faltaban las dos manos que, se notaba, que se las habían cortado con un hacha o algo así. Decían que era un criminal fugado de la cárcel de Jaén, que había matado a unos cuantos, y esos cuantos no quieren que descanse en paz. Por eso las ánimas benditas se levantan en las noches de viento y lanzan rayos y truenos enormes. Y digo yo: ¿Qué culpa tienen los de Moralejos para que las ánimas benditas no es dejen dormir? Por lo visto el cura no quería rezarle por no saber a quién le rezaba, si a la nieve, si al muerto o a la tierra ya sabe usted... que los curas no le rezan a cualquiera. Yo, por lo pronto, cuando voy no paso por donde está, no sea que las ánimas se fijen en mí y se vengan conmigo para siempre, que bastante tengo yo con las mías y con la guerra que me dan.

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