Momentos entrañables

    25 nov 2021 / 16:21 H.
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    Son poco más de las dos de la tarde de cualquier día laborable de la semana y ya marcho ilusionado porque voy a recoger a mi querido nieto Saúl. Lleva toda la mañana en la guardería y estoy deseoso de verlo y abrazarlo cual si hiciese una eternidad que no lo hiciera. Llego al escaparate infantil acristalado, en el que todos los infantes se encuentran expectantes. Allí observo un cuadro maternal plagado de cromatismo y ternura en el que sus maestras y cuidadoras andan afanadas y contentas con ellos. Ejercen de exquisitas educadoras de afectos pues tienen la mejor recompensa en la sonrisa y bienestar de sus pupilos. En cuanto me ve Saúl todo es alegría y contento, que exterioriza con un Ío bien sonoro, lo que me provoca un subidón de terneza reconfortante. Cuando me lo entregan, lo primero que me pide son unas galletas o picos. A veces, saludamos a su hermano Abel, que también llega con sus amigos para comer allí. Se saludan y besan cariñosamente; y ya emprendemos, andando y con dos coches de juguete, el camino de vuelta a casa; le gusta tanto andar y ojetearlo todo, con una conversación de personajillo mayor que tanto me deleita y enamora. ¡Son mis mejores y entrañables momentos de cada día!

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