Miserables, ruines y canallas

20 nov 2016 / 11:34 H.

Un país donde es más fácil y rápido ayudar a la banca, recordemos que se le han regalado miles de millones, que a una anciana que no puede abonar la electricidad, es un Estado podrido. Ha llegado la hora de llamar a las cosas por su nombre, basta ya de utilizar el lenguaje de forma dulce para enmascarar vilezas y a los miserables. No es posible, bueno si que lo es, a la vista está, que dejemos enfermar y morir a miles de personas porque no pueden calentar sus hogares mientras que las compañías eléctricas que les cortan el suministro tienen balances de beneficios impúdicos. Cuesta entender la deriva en la que nos hemos embarcado. Ni políticos, ni empresas, ni tan siquiera esa Iglesia tan católica y cristiana ella, son capaces de mover un dedo por los más necesitados. Las estadísticas deberían hacernos avergonzar pero, muy al contrario, nos da exactamente igual. Jódanse los pobres, que mueran o enfermen, que más da mientras eso permita mantener el estatus de los poderes fácticos. Ahora llega navidad, con una limosna limpiaremos nuestras podridas conciencias.