Misantropía

08 sep 2020 / 16:34 H.
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Maldita sea la gracia que hace a los jóvenes que se pasan por el tamiz veinteañero el sistema poco sociable que levantaron a pulso sus padres, comprueban que la misantropía crece en su interior en relación directa al ritmo marcado por el devenir errabundo y marginal que les ha tocado vivir. Sorprende que en temas actuales que les afectan psicológicamente, no se tengan en cuenta las condiciones de animadversión que sienten hacia el trato ético recibido, quizá, porque el poder imperante los considera personajes molestos incapaces de fabricarse un futuro a su medida. A diferencia de esa clase acomodada, testigo pasivo de su desarraigo, se ven obligados a buscarse la vida en las antípodas, gracias a proyectos sociales cortoplacistas. Obligados a vivir destinos paralelos a los de una sociedad burguesa deshumanizada, anclada en un arquetipo ancestral que se olvidó de erradicar la maldición que condena de nuevo a generaciones de jóvenes a vivir con los mismos defectos grabados en un código genético perverso. Les hubiese gustado que, con su conducta, sus mayores le hubiesen inspirado la forma idónea de echar raíces, mas nunca pensaron que serían multitud en tierra extraña. Pobres de aquellos que no saben sortear el trauma y acaban vencidos por la desesperación en un interregno donde palidecen las constantes vitales. Pasan por momentos difíciles y refugian su talento y virtudes, que son muchas, en lo único que hay, en lo único por lo que sienten verdadera estima, que no es otra cosa que apoyarse en su capacidad para sobrevivir al problema endémico que padece la sociedad actual. Con su actitud, quisieran cerrar heridas y favorecer la cohesión social, y estiman un fracaso que la sociedad no le reconozca que representan el futuro, aunque aparenten ser una minoría social abandonada a su suerte. Como en el teatro y demás artes, no debería desatenderse el papel referencial de quienes son el catalizador de una sociedad que se transforma cada día. Llegado el momento, ellos esperan no fracasar a la hora de ofrecer a la juventud del futuro, el papel relevante que le corresponda, por ser ellos los que transformen a esa sociedad que interesa a todos en general y a los jóvenes en particular. Los factores que vienen influyendo en la desconexión juvenil con la sociedad, pertenecen a una realidad que ella misma tendría que denunciar por ser la responsable de una trágica situación que entre todos deberíamos solucionar.

La misantropía gana enteros cuando la preeminencia de una élite dominante determina que ciertas capas sociales no forman parte de un sistema social en el que todo el mundo debería tener cabida. Cuando la misantropía corre por las venas, la filantropía se escapa por los tejados
de las cosas que lejos de parecer sencillas se enquistan. De un tiempo a esta parte, tengo la sensación de que algo incómodo avanza entre acontecimientos inasibles que
casi nadie se explica. La democracia no palidece porque sí, lo hace cuando avanzan extremismos que logran caldear el ambiente con la crispación y una serie
de enfrentamientos entre miembros de una misma comunidad que hacen sonar las alarmas y exigen que esta deriva se corte de raíz, si no queremos que se desnaturalice una democracia a la que nos habíamos acostumbrado aun reconociendo que era el sistema menos malo del
escenario político.

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