Mirar hacia otro lado

01 dic 2023 / 18:11 H.
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En unas declaraciones no hace tanto, el actual ministro de finanzas israelí, Betsalel Smotrich, se declara “homófobo, racista y fascista”. Mostró asimismo su odio hacia la comunidad Lgtbi, aunque parece que no apedreará a homosexuales. Menos mal. Igualmente declaró su odio por los árabes, lo cual no hace falta que jure por la Torá. Parece mentira que el mundo esté como esté. Este señor es el líder del Partido Sionista Religioso de extrema derecha, supremacista y ministro de Finanzas de Israel desde 2022. A nadie le extraña que un personaje de estas características forme parte de un gobierno de una nación que surgió del existencialismo y de un hondo cargo de conciencia tras el Holocausto. Que ahora ellos mismos se consideren fascistas no preocupa demasiado, porque lo que más interesa a la Unión Europea y a los EE UU es mirar hacia otro lado, mientras se apoderan de la Franja de Gaza, ese pedacito que queda hasta Egipto. Luego tendrán que recortarle otros trozos a los palestinos, pero ya se irá viendo. La excusa de combatir a los terroristas le ha venido de perlas a los hebreos para cumplir su deseo. Hay voces autorizadas de la prensa alternativa, que lamentablemente no poseen relevancia ni se les escucha, que cuestionan incluso que el ataque terrorista de Hamás el pasado 7 de octubre fuera verdad, y que ni siquiera es cierto todo aquello del festival por la paz de música y en las calles en el que se habla de cientos de muertos. No deja lugar a dudas, sin embargo, que fue la excusa perfecta para lanzar una ofensiva definitiva contra la Franja, para expulsar a los palestinos de su territorio, bajo pretexto de una evacuación para acabar con el terrorismo. Ya ocurrió en 1948, con la guerra árabe-israelí, en el inicio de la Nakba, que es el término árabe que denomina el éxodo palestino y por el que se les expulsó de sus casas, convirtiéndolos en refugiados. Luego en 1967, con la guerra de los Seis Días, algunos de esos expatriados fueron expulsados de nuevo, y así sucesivamente hasta hoy, conflicto tras conflicto y batalla tras batalla, imponiendo los judíos su particular doctrina del Destino Manifiesto. Para eso no basta con echarlos de sus territorios, sino que deberán matarlos, ya que los palestinos serán ciudadanos de tercera o cuarta categoría, pero no van a vender su piel sin pelear. El Secretario General de las Naciones Unidas, el portugués António Guterres, ya denunció a Israel por la ocupación de Gaza. La ONU es un títere al que nadie hace caso. Israel pidió la dimisión de Guterres. Occidente miró hacia otro lado. Ahora Pedro Sánchez se ha atrevido a decirle a Netanyahu, con mil paños calientes, que España condena los ataques perpetrados por Hamás, pero también la necesidad de proteger a la población civil en Gaza y, claro, no ha sentado nada bien y se toma como una ofensa, porque estos son de conmigo o contra mí. Sin término medio. No se puede pensar, ni hay que atreverse a expresar con un mínimo de cordura lo que está pasando, ni poner una nota de justicia en este mundo peligroso. ¿Dónde está el resto de países, que no denuncia esta guerra descarnada, solo motivada por el afán expansionista israelí? Muy pocas voces autorizadas de la prensa alternativa internacional plantean que lo que está sucediendo es abiertamente una limpieza étnica. Hasta el papa Francisco, que lo tildó de genocidio.

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