Miles Gloriosus
Cuando estudiábamos latín en el bachillerato elemental, nos sonreíamos con la viñeta del “miles gloriosus”, que aparecía en uno de los capítulos de nuestro libro. Representaba a un soldado romano en actitud ridícula, entre el sonrojo y la picardía, como si lo hubieran cogido in fraganti. Preguntamos al profesor lo que quería decir “gloriosus” y él nos ilustró sobre el protagonista de la obra de Plauto, que había supuesto el marcaje del prototipo de fanfarrón. La fanfarronería continúa presente, corregida y aumentada. Podría decirse que con más empuje y universalidad. Estamos rodeados de pedantes y jactanciosos. Hasta cada uno de nosotros cae en la tentación, cuando viene a cuento. Presumen los que se ven apuestos y bien vestidos. Se envanecen los que obtienen premios o buenos resultados en el trabajo o los estudios. Aparentan éxito los que solamente han emprendido una llamarada de fuego fatuo. Se jactan petulantemente los que dicen dominar los medios de información y las nuevas tecnologías. Practican la pedantería los que manifiestan conocer medio mundo, sus culturas, el progreso y el auténtico poder. Otros cuantos se creen únicos abanderados de la verdad. La inmodestia es el blasón de los engreídos.
Ignoro si todos estos protagonistas son conscientes de la aureola que los adorna o del engaño añadido de las apariencias En cualquier caso, jugando con las palabras, puede afirmarse que hay, cada vez más, miles de “gloriosus”, siendo especialmente visibles en la televisión, en esos programas vacuos que asoman cada tarde. Hay que preguntarse, la mayor parte de las veces, lo que pinta fulanito o zutanita, y si realmente nos aportan algo de interés. Sé que para la mayoría supone pasar el rato, pero la justificación es flojita e inconsistente. Con unos cuantos minutos subimos a los susodichos al pódium de la fama. Si hubiera que ironizar sobre el tema, podría decirse que formamos parte de una colosal platea circular y rotatoria, circundada por pequeños escenarios en los que no faltan, entre otros, los “gloriosus”. A lo mejor quedaba mejor cantar, de vez en cuando, la popular tonadilla de Cádiz: “Con las bombas que tiran los fanfarrones, se hacen las gaditanas tirabuzones”.