Mi querido amigo
Ronda por mi cabeza el empeño en creer que tu muerte estuvo en mi corazón mucho antes de que llegara al tuyo. “Mañana estaré cerca de ti”, me dijo la muerte ayer. Lejos de algarabías, sin zapatitos rojos de pies...en sangres de leds ni ambulancias en silbido, y en colas para recoger los pies... de los zapatitos del olvido. Sin bombas, sin policías. La muerte vino sola. Sola por ti. Sembraré mis cenizas a tu lado para poder pensar que no te vas, que te vas al Mar, que a la Mar te vas otra vez a buscar aquella extraña Verdad que nunca te dejó descansar. Otra vez me llevas a soñar... a soñar que estás. Junto a Hércules hablando de sus columnas, y de los suelos que levantó cuando las aguas de Océano rompió y, por fin, Tetis nació. Y de aquella Atlántida que juntos descubrimos cuando yo no era ni grano de arena... y tú...tú ya eras el Mar. La Mar, me corregiste tú. Partirán sin sustento a la cueva que en noches de Jano encendimos nosotros mirando a la luz de las llamas aquel portulano pintado en tu mano. Llegó de repente tu ausencia a los campos del trigo amarillo con forma de Luna de Abril afilada, y color de tu verde mirada. A nacer volverás y en los campos harás y ararás con arados de oro mil surcos de sangre y de trigo, de rojo amapola y de sol amarillo. ¡En la bóveda novena de la cueva donde habita la Verdad! Allí te quiero encontrar... cuando yo muera... mi querido amigo.