Mi amigo Chomin

01 mar 2019 / 08:52 H.

Soy así, ya lo he contado más de una vez. Soy de los que nunca olvidan a sus amigos, de los que buscan su contacto por muy lejos que estén. Suelo llamarlos de vez en cuando para saber cómo les va. A los de fuera y a los de dentro. Esas llamadas que me permiten escuchar sus voces y conocer su actualidad me produce una enorme satisfacción, porque me despiertan los mejores recuerdos de los viejos tiempos, cuando cada uno de ellos estaba en el esplendor de su vida y de su profesión.

Y, sobre todo, me llena de satisfacción cuando mis amigos lejanos, que estuvieron en nuestra ciudad un corto tiempo, especialmente los futbolistas y sus esposas, me hablan con emoción de su paso por Jaén. Casi todos ellos recuerdan y definen su paso por nuestra ciudad como la mejor época de su vida no sólo profesional sino también afectiva. Hace pocas fechas llamé a Chomin Solaegui, aquel delantero centro que defendió los colores blancos en la temporada 1974-75, bajo las órdenes de Manolo Martín Vences. Era la temporada que en la plantilla jiennense había jugadores de la talla de Monterde, Laría, Reina, Machado, Saavedra, Marco, Néstor, Lorite, Sánchez-Amezcua, Serrano, Berros, Prados, Carlos, Doval y otros de gran clase. Entonces era yo el redactor jefe de la sección deportiva de Diario JAÉN y tenía un cordial contacto, casi diario, con ellos y con los miembros de la junta directiva. Solaegui era un ariete fornido, valiente, entregado, como corresponde a la cantera vasca, pero un hombre jovial que se reía como un niño. Y así continuaba riéndose hasta hace un par de meses, cuando una enfermedad empezó a minar su salud y a obligarle a ir en un carrito de ruedas y ha terminado por ir anulándole la memoria. El alzhéimer, esa cruel enfermedad que anula la memoria de sus víctimas, se está apoderando de él. Su esposa, Mari Carmen, me contaba que desde hace pocas fechas está ingresado en una residencia.

Por primera vez, después de cientos de llamadas, no pude hablar con él ni escuchar sus risas de chico grande. Chomin dejó muchos amigos en Jaén que suelen preguntarme por él. Hoy me duele darles esta noticia que también dolerá a ellos. La vida es así, pero yo seguiré llamando a Mari para saber de mi amigo Chomin, como sigo llamando a Tani, esposa de Miguel Azcárate, aquel defensa inolvidable, también vasco, que lleva varios años en una residencia víctima de la misma enfermedad.