Mesa del flamenco, en Jaén

25 feb 2020 / 08:59 H.
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Me parece una excelente iniciativa, promovida por el Patronato de Cultura del Ayuntamiento de Jaén, la de reunir, hace pocos días, en una mesa de debate a quienes, de una forma u otra, se sientan concernidos por el amor al flamenco. En el Salón Mudéjar se reunieron jóvenes artistas, tanto de cante, toque y baile, de Jaén, así como a viejos “aficionados” de esta ciudad y provincia, que en algún sentido indagaron y presenciaron la verdad del cante. Tal vez, son todos los que estaban, pero no estaban todos los que son o fueron.

Se partía de una constatación que no merece réplica alguna: la decadencia e incluso inexistencia, durante las dos últimas décadas de una presencia activa de este hermosísimo fenómeno cultural en Jaén, en comparación asimétrica con cualquiera de las demás ciudades andaluzas. Y secuela de lo anterior, el nulo acogimiento que se ofrece a toda una generación de jóvenes artistas de esta
capital y provincia.

Sorprende, sin embargo, la circunstancia de que Jaén, en mitad de la década de los setenta y años siguientes del siglo pasado, alcanzara notable relevancia y se constituyera como referente de todos los colectivos y peñas flamencas de Andalucía. Era uno de los centros de atención de la comunidad autónoma. Por el mismo, el Salón Mudéjar en que se celebraba esta mesa de debate mostraron presencialmente su arte, no solo para los socios sino para toda la sociedad de Jaén, los más antiguos artistas que conformaron la generación del denominado neoclasicismo flamenco e incluso sus precedentes: Antonio, Curro y Manuel Mairena, Fernanda y Bernarda de Utrera, El Gallina, el Borrico de Jerez, José Reyes el Negro, el Beni de Cádiz, el Lebrijano, Menesses, Chano Lobato, toda la saga cantaora de Triana, Jerez, Lebrija, de los Puertos, entre otros muchos profesionales de este arte que lo hacen grande día tras día con su música.

De modo divulgativo, se organizaron algunas conferencias de quienes eran entonces los más reconocidos teóricos del flamenco como Caballero Bonal, Fernando Quiñones, Feliz Grande, etcétera, que ofrecieron sus puntos de vista a la sociedad jiennense.

La peña flamenca de Jaén cumplió su cometido: era esencial recuperar la verdad del cante en esta ciudad y se consiguió. Pero transcurrida tal épica del rescate, pese a la meritoria labor de Rafael Valera, surgieron retos bien distintos. Ya no era suficiente el que se consiguiera la declaración del flamenco como bien inmaterial de la humanidad, se hacía necesario controlar mixturas espureas, aunque se mantenga que toda manifestación cultural que no admita evolución deviene en contracultura.

He ahí la tarea que, a mi juicio, debiera emprender esta mesa de debate, admitiendo cualquier producción artística pero valorando los contenidos, y también las denominaciones. Son absolutamente rechazables epígrafes como “el nuevo flamenco y la negación del padre jondo” que alguna bibliografía reciente mantiene.

No tiene por qué existir esa dialéctica de confrontación. Puede y debe persistir la contemplación estética de ese arte antiguo pero con respeto a nuevas modificaciones que se nos presenten. La generación de jóvenes artistas de esta provincia, lo merecen.

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